El «Mono» Calvo, ¡qué personaje querible!. Con su voz pastosa, su amor por las historias pueblerinas, su oído musical y esa cuota de tipo de la noche que adquirió haciendo bandeja en los reductos nocturnos… Un chico grande que dejó la impronta de su ingenuidad y la calidez de quien encara la vida con alegría y la modestia de quien tan sólo aspira el bienestar y la felicidad de su familia.
Pero en ese camino que parecía de rosas se cruzó una sombra que echó por tierra esos sueños, aunque difícilmente pueda borrar las indelebles huellas que dejara en su corto transitar por esta vida.
Florencio Luis «Mono» Calvo contaba 58 años y dicen sus circunstancias personales que era hijo de Florencio Hipólito Calvo y Rosario Medaglia. Tuvo cinco hermanos, Elsa Mabel (Baby), Alberto, Ángela, Marta y María Inés «Maino».
Cursó en la Escuela Primaria Nº 8, estudió el ciclo básico en la ENET de ésta ciudad y luego se trasladó a Pehuajó a terminar la carrera de técnico en comunicaciones y electricidad en la ENET de dicha ciudad. Fue en esa institución que conoció a Julio Rodríguez, por esos momentos director de la ENET y que años más tarde resultaría electo intendente de Pehuajó, quien le tomó mucho afecto y lo llevó a abrazar la ideología peronista (-lo hizo peronista- decía su padre, un socialista confeso y medular… y bastante antiperonista).
Don Julio (como él lo llamaba), ni bien se recibió le dió unas horas como profesor de dibujo técnico en la ENET y a los pocos meses consiguió que entrara a trabajar en ENTEL. En esta empresa se desempeñó hasta mediados de la década del 90. Cuando la misma se privatizó y el popular “Mono” a quien también le decían “Polo” se acogió al retiro voluntario comenzando a trabajar por su cuenta.
En 1980 se casó con Laura Bravo, también casarense, con quien formó una familia numerosa. Tuvo cinco hijos: Guillermina (35), Pedro Florencio (33), Eliana (31), Matías (29) y Albertina (27), y 10 nietos (más uno que viene en camino), todos radicados en Pehuajó.
Lo que se heredó de su recordado padre, fue su elección futbolera… su querido club Atlético, acá en Casares y su fervor por Boca, a nivel nacional.
En 1989 asumió como concejal por el partido peronista de Pehuajó.
En los primeros años del siglo XXI (2001-2002) la vida comenzó a jugarle una mala pasada y tuvo que enfrentar un cáncer de colon, pero fue operado y pudo superarlo. Lamentablemente esta enfermedad volvió a afectarlo (más agresivamente) hace más o menos 2 años y medio atrás y esta vez se lo llevó físicamente, aunque no pudo llevarse el recuerdo y los afectos que supo grangearse a lo largo de su existencia. Sus entrañables y queridos amigos: Walter Rivero (su hermano de la vida), Juan Luna y Polo Siñeriz (no sé si éste último apellido se escribe así o Siñeriz), no tenían consuelo al despedir sus restos.
Si bien pasó una buena parte de su vida en la ciudad de los afectos que supo granjearse a lo largo de su existencia, Pehuajó, donde terminó sus estudios, se radicó, formó su familia y trabajó, sus restos descansan acá, en el cementerio local, en la ciudad que lo vió nacer y crecer.