Era hermana del recordado Alberto Boccio, tenía 72 años y fue quien hizo posible el hermoseamiento de nuestra Iglesia Parroquial.
En la piedad y el amor
Se va nutriendo la fe,
Y agradecerle a Dios
Es un sagrado deber…
Es caricia al corazón
Muestra de amor hacia EL.
Las bellezas que la vida nos va mostrando en su andar, es una hermosa caricia que alumbra nuestro marchar, y que es jirón de grandeza hecho luz de oscuridad… Y nos va naciendo en el alma un hermoso sentimiento, que como una bandera de gloriosa fe total, nos florece de amor el pecho y se llama agradecimiento para devolver en amor lo que llevamos adentro, cual jirón de hermosa paz, y que obrando hasta en silencio, es como un alarido que lleva un solo deseo, hacer más hermoso el templo, que abriga nuestra piedad y alumbra nuestro sendero…
Una vecina fue el ejemplo que hizo realidad el hecho, Rosita Boccio su nombre, mujer de sanos conceptos, que sintió como una orden nacida de sus preceptos y que cumplió sin alardes, obrando siempre en silencio. Un día sintió una luz que iluminó su sendero, donde el Santo de la Cruz, le pidió una caricia de amor para su templo, y fue cuando Rosita, sin alardes ni aspavientos y sin buscar trascendencia, con costos de su propia cuenta, hizo hermosear el templo y pintar a nuestra Iglesia. Rosita se nos fue un día, hacia celestes senderos donde moran los recuerdos y se llevaba con ella para siempre este secreto, pero, Dios perdone mi atrevimiento, estoy contando este hecho como homenaje postrero hacia su acción y hermoso ejemplo…
Cada vez que mire al cielo y vea una cruz en silencio, será seguro su nombre, que ocupará mi pensamiento…
El día 25 de marzo, en nuestro Hospital Municipal, falleció a la edad de 72 años la vecina Rosa Boccio. Era hija de Emilio Boccio y Juana Martín, Maestra y Fonoaudióloga, soltera, residía en la ciudad de La Plata y ejercía su profesión en el Hospital de Gonet. Luego del fallecimiento de su hermano Alberto “Chorizo” Boccio, comenzó a venir con más asiduidad a Carlos Casares. La acompañaba su hermana Yolanda, que la cuidó en su enfermedad. Sus restos mortales fueron inhumados en el Cementerio Municipal. Mujer muy creyente y piadosa, se hizo cargo de los gastos de la pintura y el hermoseamiento de nuesta Iglesia Parroquial, en forma totalmente anónima. Un gesto que hemos develado, como un homenaje y reconocimiento a su hermosa acción.