La foto es una muestra elocuente y acaso dramática del futuro que corren en nuestra ciudad numerosos comercios de venta de indumentaria, especialmente aquellos de segundas marcas cuya clientela está compuesta por vecinos de clase media, media baja y aún los de menor poder adquisitivo. Basta una recorrida por el radio céntrico para poder apreciar que están cerrando locales, muchos de ellos de indumentaria, dado que las ventas han caído de manera notable, y no pueden con los gastos de servicios, alquiler, personal, etc. Conversando con uno de los comerciantes que acaban de claudicar, lo sorprendimos cuando retiraba sus cosas y colocaba los mannequins en los que exponía sus prendas en el cesto de basura. Con sincero pesar, casi al borde de las lágrimas nos decía que llevaba seis años en el negocio de la venta de ropa de mujer, pero que ya no aguantaba más, que no sólo tenía que luchar contra las cargas impositivas, el alza indiscriminada de los servicios y el costo del alquiler, sino con la competencia desigual (así lo dijo) de los comerciantes bolivianos que venden a unos precios imposibles de igualar. «No se como hacen, yo ni vendiendo a menos del costo podría igualarlos…», nos manifestó apesadumbrado.
No es nuestra misión el averiguar como hacen dichos comerciantes de origen extranjero para dejar fuera de competencia a los comerciantes locales. Tal vez esa sea tarea de las instituciones de nuestro medio, sea las que agrupan a comerciantes o la misma comuna, a fin de asegurar una competencia leal que posibilite una convivencia comercial que permita a los locales competir en igualdad de condiciones con el resto.
Sabemos que el comercio se maneja con la oferta y la demanda, y que obviamente el comprador busca los mejores precios, tal vez en algunos casos de necesidad sin evaluar la calidad y menos aún la procedencia del producto.
Recordamos que hace algún tiempo por quejas de comerciantes locales se combatió a aquellos que adquirían sus productos en la tan mentada feria «La Salada», en muchos casos sin factura de ningún tipo, evadiendo impuestos y diversas cargas de comercialización. Luego esa práctica se generalizó y hasta distintas empresas de transportes en combis anunciaban y anuncian sus viajes de compra a ‘La Salada». Lo realmente llamativo es que los comerciantes que bajan sus persianas porque no resisten la competencia de sus colegas bolivianos, compran en la feria La Salada, y aún así no están en condiciones de competir.
Es de esperar que en defensa del mercado local, no aquel especulativo, se combata -como decíamos- desde las instituciones y el municipio la competencia ilegal, cuyo origen radica fundamentalmente en la evasión y en algunos casos en la adquisición de mercadería de dudoso origen.
La realidad que se aprecia es insoslayable, el cierre de comercios y la cantidad de locales desocupados, habla de una actividad en emergencia para el comercio local y de prosperidad para quienes en los últimos tiempos han monopolizado la venta de indumentaria de calidad media o media baja en nuestro medio.