Imposible para quien escribe no remontarse a los años de la infancia y recordar a los hermanos Tomás, Jorge, el mayor, «Pelusa» el del medio, que falleciera en 1965/6 en un accidente automovilístico ocurrido en la llamada «curva del cementerio», y el menor Raúl, que falleciera en forma sorpresiva el miércoles 3 del cte. de un paro cardíaco cuando se encontraba de vacaciones con su esposa en España. Contaba 77 años de edad y era padre de un hijo hoy treinteañero. Tomás y Sra. recorrían el norte de España en tren, cuando en una de sus detenciones en la zona de Asturias, donde nació su padre, su esposa Adriana le fue a buscar agua que le pidió Raúl porque no se sentía bien, y al regresar lo encontró sin vida. El recuerdo de Raúl Tomás, el «Gordo» como le decíamos sus amigos de entonces, se remonta a los años de la infancia y la adolescencia. Luego Raúl, que se destacó por ser un estudiante modelo de una inteligencia notable, tomó otros rumbos y desarrolló como Contador una carrera profesional brillante en la faz privada, descollando también en relevantes puestos de la política, tal el caso de la presidencia de Ferrocarriles, de Aerolíneas Argentinas y Fabricaciones Militares. Aquí en Casares quedaron sus padres, los recordados Alvaro Tomás (f), fundador de Tomás Hnos. y Merecedes Arambarri (f), hija de una tradicional familia casarense. Raúl los visitaba asiduamente pero sus visitas eran cortas, sin tiempo para compartir con los amigos de entonces, aunque se emocionaba y revivía épocas de su niñez y adolescencia cuando se encontraba con alguno de ellos.
Fue presidente de la firma Tomás, también vicepresidente, continuaba siendo accionista y participaba de la reuniones en las que era necesaria su presencia, así como sabía ofrecer en distintas oportunidades interesantes exposiciones relativas a su especialidad. Últimamente tenía problemas de salud por lo que salía poco, aunque no se privaba de sus viajes por el mundo, como éste último en el que lo sorprendió la muerte.
Sus restos mortales fueron cremados en España y repatriados a nuestro país. Queda a quien escribe el mejor de los recuerdos, el de aquél «Gordo» de los años de la infancia, ese muchachón alto de fuerte contextura de los años adolescentes, y los esporádicos encuentros de los años siguientes. Queda también la pérdida de un viejo amigo al que lo recuerda con infinito cariño.
A su familia vayan nuestras condolencias.