No creen, tienen prejuicios con la llamada «clase política», estiman que son todos ladrones, que a nadie le importa el país, ni su provincia ni su pueblo, que se rascan para adentro, tratan de mejorar sus vidas y el resto «vaffanculo» por usar una grosería en otro idioma.
Nos referimos a nuestros jóvenes, que despolitizados, descreídos y desinteresados se preocupan por otras frivolidades (para algunos políticos es una frivolidad), y se sumergen en sus mensajitos, los videos de sus celulares, esa comunicación incansable que los hace tropezar en la calle, desvincularse del mundo interior y hacer de la tecnología su razón de vivir.
A la juventud, que debería ser la reserva moral de la nación, el futuro desde una nueva perspectiva, la han adormecido con sus rensillas, revanchas, grietas y la exclusión, ya que los políticos se eternizan en sus cargos y no brindan oportunidades a los jóvenes estimulándolos a militar en política.
Intentamos encontrar sustento para nuestras suposiciones, y lo obtuvimos en abundancia. Un par de cronistas de este medio salió a preguntarles a jóvenes entre 16 y 22 años sobre Odrebrech, la causa Iraní, el Juez Bonadio, el Lavajato, la extinción de dominio para bienes provenientes de la corrupción y el narcotráfico, en fin preguntamos sobre lo que las concienzudas mesas de periodistas de política y actualidad hablan continuamente. El resultado fue catastrófico, encontramos ignorancia y desinterés, de política cero, «son todos igual» dicen, y se eternizan recorriendo el Facebook, «wasap», y otros tantos sitios en los que participan. De drogas conocen más, saben que hay y mucha, conocen a quienes consumen y también a quienes la venden. Pero -nos llamó mucho la atención- lo toman como algo normal, especialmente aquellos que no consumen.
Notece que el título habla de una juventud despolitizada, no perdida, simplemente al margen de lo que hoy parece quitarle el sueño a los analistas políticos y a ellos ni lo roza. Por otro lado esa juventud estudia, trabaja, está más preocupada por crecer o subsistir que discutir las políticas o involucrarse. Lo preocupante es que gran parte de los chicos y jóvenes consultados asocian a la política con la corrupción, unos hacen nombres, otros dicen «todos». Algo han hecho mal quienes nos gobernaron y quienes hoy nos gobiernan, como para sembrar tanto descreimiento y desconfianza, generando en muchos frustración y desesperanza. Tal vez esa sea la explicación para que nuestra juventud esté tan al margen y renegada de la política.