Casares a través de su historia sabe de terribles y dolorosas tragedias, pero créase o no, el sábado ppdo. Casares vivió uno de sus días más tristes, en los que el dolor se hizo carne en el seno de la comunidad, tocando sus fibras más íntimas. Nos referimos al desgraciado accidente automovilístico del que fuera víctima perdiendo su vida la joven vecina Anahí Alonso. Esposa y madre de dos hijitos de muy corta edad, una nena y un nene, hija única de los conocidos y apreciados vecinos Raúl Alonso y Olguita Fontana, y dueña de condiciones naturales y acaso especiales que la hacían simpática y muy querida. El sábado un mundo de vecinos inundó el espacio de la sala velatoria y se agolpó por decenas en las afueras de la misma. Adentro todo eran lágrimas y manifestaciones de pesar. Muchas de las personas que allí estaban no la conocían y tampoco a sus padres y familiares, pero fueron llevados por la pena que esa pérdida les causó, queriendo con su presencia demostrar hasta que punto la tragedia los afectó. La interminable fila de vehículos que acompañó sus restos fue tan elocuente como pueda imaginarse. Rios de lágrimas rodaron en los instantes de la despedida.
En medio de tantos problemas, de tanta energía mal gastada, estos hechos nos demuestran que no existe nada más importante que la vida. Cuando esta se troncha en su plenitud, como el caso de Anahí, el mundo se derrumba, los proyectos y los sueños se caen como un castillo de naipes y ya nada podrá ser igual.