Si alguna facultad tiene el ser humano, esa es la de poner al mal tiempo buena cara, esconder sus angustias y sentimientos para dar lugar a celebraciones y festejos, sean familiares, de amistad o comunitarios. La amargura que va por dentro bien puede transformarse en sonrisas, y por aquello de que siempre que llovió paró, el mundo sigue andando…
Y hablando de llover, pese a sus campos inundados, a la incertidumbre con las próximas cosechas, a sus rodeos en medio del agua, la gente de Bellocq le puso el pecho al infortunio de la naturaleza e igualmente se congregó para celebrar un acontecimiento que marcó la historia de esa importante localidad de nuestro interior, como lo fue la creación hace de esto 80 años de la Colonia Santa María de Bellocq, un loteo de 14 mil y pico hectáreas divididas en parcelas adjudicadas a familias que con sus sueños, sus brazos y las ansias de progreso, lograron ser dueños de un pedazo de tierra. Fue fruto en ese entonces de un importante programa de colonización que alcanzó a numerosos partidos bonaerenses, con el fin de eliminar los latifundios subdividiéndolos para repartirlos entre quienes los solicitaban y merecían.
¿Cómo no celebrar entonces un acontecimiento tal?. El agua que por lo general es una bendición, esta vez vino en abundancia estropeando planes y proyectos, haciendo realidad otra frase, una de cal y otra de arena. Pero lejos de desanimar a quienes han hecho de una costumbre el mirar hacia arriba, clamando por agua cuando la sequía aprieta y pidiendo clemencia cuando viene en demasía, dejaron sus penas y con el corazón henchido de felicidad fueron a festejar el cumpleaños de la Colonia. Y allí sí que llovió, se vieron lágrimas de emoción por el reencuentro, un recorrido por el pasado y el presente y aunque también en la charla se mezcló el clima, la buena cara le ganó al mal tiempo.