Casares crece, ¿quién lo duda?, basta dar una vuelta por «las orillas» como se decía antes para ubicar a los barrios más alejados del centro de la ciudad, para comprobar un crecimiento notable, con más barrios, calles asfaltadas, otras compactadas, alumbrado, obras cloacales, en fin, la ciudad se ha extendido hacia todos lados, pero la población prácticamente no ha crecido al compás de lo que si ha crecido en la faz habitacional y de servicios. En los últimos 100 años la población de Carlos Casares aumentó apenas un 40%, de 15.143 habitantes que arrojó el censo de 1914, a 22.237 que fueron censados en 2010, que ahora se supone llegarán a poco más de 23.000. Nada, Casares no ha crecido nada y sin embargo triplicó o cuadruplicó la cantidad de unidades habitacionales. Y como todo tiene explicación, ésta debe estar en el gran éxodo de habitantes de la zona rural y pequeñas localidades del interior a la ciudad, a tal punto de que en la actualidad en los pueblos rurales viven el 20% de las personas de hace 8 ó 9 décadas. También han contribuido en gran parte los grandes cambios sociales, la cantidad de separaciones, divorcios y formación de nuevas parejas, lo que ha exigido una demanda mayor de viviendas.
Siempre observando el resultado de los distintos censos, vemos que de 1914 al ´47, o sea 34 años, la población casarense creció un 39,79%, para luego decrecer hacia los años ´60 en un 9,25% y a partir de allí crecer apenas unos dígitos hasta llegar a la población actual.
Cierto es que no ocurrió nada que justifque un crecimiento. El polo industrial casarense aún no manifiesta una demanda de mano de obra que promueba a la radicación de nuevos habitantes, y si bien es cierto que es nuestra ciudad un importante polo cerealero, ello contribuye a que no se registre el tan temido éxodo de jóvenes que termina despoblando aún más estas comunidades.
Quizás el verdadero rédito se de en la notable mejora en la calidad de vida de nuestros habitantes. «Somos pocos pero vivimos bien» diría un pintoresco filósofo de café, empeñado en asegurar que estos pueblos tienen un antídoto que protege a sus habitantes contra los males de las sociedades saturadas demográficamente, en las que la inseguridad, los padecimientos urbanos, la falta de solidaridad y otros suplicios, hacen la vida más difícil y tortuosa. Eso, sin dejar de reconocer que en esas ciudades la oferta cultural y educacional es basta y atrae obligadamente a aquellos jóvenes que deseen estudiar en sus universidades.
Evidentemente no se puede tener todo, pero para contestar nuestra pregunta del título, digamos que Casares crece y se desarrolla, somos pocos pero cada vez tenemos más, un privilegio del que tal vez no nos demos cuenta.