La vida, ese río que nos lleva, ora recorriendo meandros, ora por sendas de suave pendiente, va por los valles del tiempo y destino, marcando sendas y caminos con su andar sin detenerse, pues cuando lo hace, porque ha llegado el momento, ya no hay tempo para el regreso, es el final del sendero. Ya no hay vuelta atrás ni regreso, el rumor de los caminos se nos ha vuelto silencio, y solo hemos de volver, cabalgando los recuerdos, para no irnos del todo y ser abrazo del tiempo.
Y como decía mi abuela, que me visita en mis recuerdos, “quien se muere en domingo, es bendecido por Dios, pues se marcha del mundo en el Día del Señor”, y tal vez sea cierto que eso sea bendición.
Héctor Dandlen, a quien “Cacho” le decían por cariño y amistad, se nos marchó un domingo, porque el destino ese día le marcara su final, y, como mi abuela decía, tal vez no fue casualidad, sino el día que del cielo Dios le mandó un ángel que lo viniera a buscar. Y ese Cacho de cariño, de ternura y amistad, a quien lo viera tantas veces él la Peluquería de Paván, cuantas tardes que entre mates, como muchos años ha, hablábamos de nuestras cosas, como algo natural.
Cacho Dandlen que fue amigo del trabajo rural, y que dedicó su vida al oficio de trabajar, fue escribiendo su historia de esposo y padre amoroso, y que de abuelo fue igual. Con Susana Lanchares formó un día su hogar y Dios le mando hijos que fueron su felicidad, y ya cuando el destino le marcaba su final, también florecieron nietos para que su postrer camino tuviera aromas de paz. Fueron pasando los años, hasta 82 sumar, la vida le cobró en adioses, el adiós de su marchar, y un domingo de septiembre, le puso punto final al sendero que su río no recorrería más, y hasta el celestial espacio que fue puerto en su navegar, lo llevaron a Cacho Dandlen los vientos a descansar, para que desde los recuerdos siempre nos venga a abrazar.
Como decía mi abuela, al que se marcha en domingo, nunca lo hemos de olvidar.
Y la fría nota fúnebre esto habrá de publicar:
Héctor Cacho Dandlen, falleció el domingo 10 de septiembre de 2017, cuando contaba con 82 años de edad. Casado con Susana Lanchares, fue esposo, padre y abuelo, hermano, familiar y amigo, dejando tras de sí un sendero de hermosos recuerdos. El dolor que su partida provocara quedó reflejado en el acto de su velatorio y en su inhumación, realizada el lunes 11, a las 11 horas en el Cementerio Municipal, previo responso en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen.