Que el año que se inicia cierre la grieta o terminamos todos en un psiquiátrico
Tal vez no sea el caso de Carlos Casares, aquí la vida es distinta, más tranquila, pero no por eso estamos ausentes a lo que pasa en el país, esa suma de desencuentros y crispación que tiene a todos contra todos y convierte la calle en un campo de batalla y a las instituciones como el Congreso de la Nación en una vergonzosa muestra de intolerancia, amateurismo y actitudes antidemocráticas, en la que anteponen sus miserias personales por sobre los intereses de la nación. Cuesta creer que esas personas trenzadas en insensatas pujas sean nuestros representantes, unos pretendiendo aprobar leyes de prepo sin el consabido debate y conocimiento de la población, mientras que otros sin hacer un mea culpa y un acto de contrición, actúan con soberbia como si sus acciones del pasado hubieran sido un ejemplo a seguir.
Y mientras ellos se trenzan en esas vanas discusiones, en la calle reina el caos, con parte del pueblo ejerciendo la violencia y otra parte pretendiendo hacerse escuchar por la vía pacífica. El ruido de los disparos, las pedradas, las cacerolas, el pueblo que se enfrenta a las fuerzas del orden son sonidos mudos en el recinto de quienes ejercen la representación del pueblo que ya no les cree y como sigan comportándose así no va a pasar mucho tiempo para que se escuchen los ecos de aquel lamentable «que se vayan todos».
Recemos para que eso no suceda, que quede algún vestigio de sentido común, que nos calmemos un poco, porque si la insondable grieta no se cierra, vamos a terminar todos en un psiquiátrico.
Pregonan la democracia y tienen actitudes totalitarias, negándose el gobierno a reconocer que sus errores son tantos, como tantos han sido los de quienes los precedieron. Y no hablamos de delitos, porque los delitos ni tienen ideología ni justificación, mucho menos perdón y debe ser la justicia, que también está cuestionada y con razón, la que debe actuar con la mayor dureza pero ajustada a derecho, no a voluntad de vengadores y resentidos.
Estamos mal, se inicia un nuevo año y debe ser augurio de buenos deseos, pero si no paran esta locura, la bonanza y el bienestar que se augura no se producirá por arte de magia. Debemos ser actores de la recomposición de nuestro tejido social, no víctimas de una locura que no tiene explicación.