Hacía mucho tiempo que nos debíamos esta emoción, con sabor a alegría, a situaciones superadas y a abrazo postergado.
Luego de mucho tiempo, es la nota que hace años nos debíamos:
“Siento una profunda alegría que justamente tu Diario haya venido a hacerme un reportaje. Esto me llena de felicidad porque al Diario El Oeste le debo muchas cosas. Un montón de cosas a Nelly, un montón de cosas a Oscar, que en su momento me hicieron mucho bien. Siempre sentí un gran cariño por el Diario. Luego hubo algunos problemas con Spanki, grietas que tienen que desaparecer, porque estas cosas hacen mal a la salud y uno se da cuenta de eso cuando sentís orillar, cuando sentí que pareciera venir la muerte, pero que en mi caso, gracias a Dios no se dio. Ahí te das cuenta de qué tontos que fuimos, qué idiotas que somos los seres humanos a tener rencores, que a veces no sabemos por qué. Esas grietas tienen que desaparecer con los amigos, con los vecinos, y hasta adversarios políticos. Y esto lo reflexionás cuando ves el techo de un Hospital. O el techo de una Terapia. Ahí ves, como en un televisor, toda tu vida pasada, tus errores y tus aciertos. Principalmente te lamentás de los errores”
Como un hermoso sermón desde un púlpito, lleno de sentimientos, Rodolfo puso el inicio a esta entrevista.
SU SALUD Y UN GESTO DE UN VECINO
Pero aún tenía más cosas para decir:
“Por eso me llena de satisfacción que seas vos, Juancho, una persona que quiero mucho, que me enseñó, prácticamente, mis primeros pasos dentro del Concejo Deliberante, de quien aprendí todo, y si tuve mi carrera política es porque tuve un tipo como vos, como Pedro Menéndez, como el Negro Romera, como Sergito Carciofi, como tantos amigos que me enseñaron y también a mi familia, a mis hijos, que me dieron su apoyo. Y, siendo un simple ferroviario, sin universidad, ni nada y pude llegar, porque Dios me tocó con la varita de su bendición”
Y en este cúmulo de emociones, hablamos también de la salud:
“Esta última situación que viví fue muy brava, todo lo previo que pasé, no se si fue miedo a la muerte, ya que con casi 80 pirulos estoy más cerca de la llegada que de la salida.