Obrar con calentura es ceder a impulsos irreflexivos que luego pueden llevar al fracaso. Si alguien herido en sus fueros íntimos, menospreciado o subestimado desea tomar revancha, debe hacerlo tranquilo, sopesando las circunstancias, evaluando el efecto del daño recibido y qué actitud debe asumir para resarcirse de una afrenta. Por eso suele decirse que «La venganza es un plato que se sirve frío…».
De ninguna manera y en el caso al que nos referimos, el vecino Jorge Zabala es un ser vengativo. Muy por el contrario su prestigio, sea como vecino, como profesional y también como político, lo consiguió por su carácter bonachón, por su inclinación al diálogo abierto y franco, por sus antecedentes profesionales e institucionales, y en política por haber sido componedor pese a sus ideales claros, aunque anteponiéndose ante todo su convicción de que su función en la política ha tenido como norte el trabajar por el bienestar de los casarenses y el crecimiento de su pago chico.
Pero, no siempre la política devuelve lo que se da, suelen mezclarse elementos que hacen a los apetitos humanos, jugando factores que poco tienen que ver con los ideales, sino con la puja de los hombres por el poder, y en ese juego a Zabala esta vez le tocó participar. De su enfrentamiento o discusión por la conformación de las listas salió perdidoso y contrariado, sintiendo en su organismo el peso de presiones a las que no estaba acostumbrado. Plantó bandera, se separó del grupo con el cual confrontaba y se situó en un elegido ostracismo político, dispuesto a cumplir con el mandato de quienes lo eligieron.
Pero el destino lo puso en una encrucijada. Se sintió necesitado e imprescindible por aquellos que a su juicio lo ningunearon menospreciando sus antecedentes y su historia dentro del grupo político que representaba. De buenas a primeras desde su soledad elegida comprobó que tenía un poder que lo colocaba en posición de ceder a la tentación de cobrarse la afrenta recibida, y así lo hizo. Le sirvió a sus colegas el plato frío de …. no digamos de la venganza, llamémosle revancha, la oportunidad de poder demostrar que como bien dijera el Don Juan Tenorio de Zorrilla en 1844: «Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud»