Varias tal vez demasiadas han sido las crónicas de este diario referidas a accidentes ocurridos en la llamada «curva del cementerio», muchos de ellos trágicos, por lo que podríamos arriesgar a decir que no menos de 10 o 12 vecinos han dejado en ella sus vidas. Es sin duda demasiado, y el común denominador el mismo, se trata de una curva traicionera que se cierra peligrosa mente sacando de la cinta asfáltica a los vehículos que la surcan a velocidad más alta de la permitida. Podrán atribuírsele a dichos accidentes decenas de causales, todas referidas a las imprudencias de sus conductores. Que unos por creerse Fangio, por citar un icono de los volantes deportivos, que otros por estar alcoholizados y varios por distraídos o demasiado confiados. ¿Importa eso?, lo que importa es que han perdido sus vidas, pero si importa para el futuro, para que esas tragedias dejen de ocurrir en la «maldita» curva del cementerio.
No existen demasiadas formas de evitar que la misma sea transitada a una velocidad moderada, sin riesgos para los conductores. La única manera es colocando reductores de velocidad que obliguen a levantar el pie del acelerador y transitarla sin riesgos para los conductores.
Es probable que quienes reniegan de los reductores de velocidad estimen que esa no es la mejor manera. No conocemos otra, los carteles de aviso no son suficientes, tal vez quienes se opongan sean personas prudentes que pasan por esa curva a la velocidad permitida, pero lamentablemente hay otras personas, tanto jóvenes como adultos mayores que no respetan señalización alguna y se creen ases del volante que pueden tomar esa curva a alta velocidad y terminan siendo protagonistas de graves accidentes, algunos de ellos en forma trágica e irreparable.
Es preciso por lo tanto que se haga algo, tal vez haya mejores ideas, y de ser así sería bueno que las pongan en práctica, antes que esa curva fatídica cobre una nueva víctima.