En las inmediaciones de la ex-quinta Cerdá, cuyos terrenos se están levantando y en los que los vecinos desaprensivos, inconscientes e irresponsables arrojan allí su basura en el lugar de hacerlo en el Ceproc municipal, en una improvisada carpa con trozos de lonas, plásticos y unos palos en las que apenas entra una persona, vive un hombre que se llama Rafael Ramón González, tiene 46 años y hace 8 que se domicilia en nuestra ciudad. Entrevistado por El Oeste González nos dice que vino a Casares con su esposa, pero no explica porqué ahora está sólo. Que como no tiene donde vivir se construyó esa miserable carpa y nos dice: «no se llueve y hasta ahora aguantó algunos vientos», agregando que vive y come de lo que junta en ese basural, le vende chapas y cosas en desuso que tira la gente a un comprador de esos deshechos y con eso «va tirando». Cuando le sacamos la foto nos expresa su miedo de que la policía vaya a echarlo y se encarga de decirnos que no es ladrón, que se las rebusca de esa manera.
La historia y las imágenes son un cachetazo que nos hacen reflexionar sobre las injusticias y desigualdades de este mundo. Alguien que viva bajo esa carpa, sin un colchón, sin abrigo, tampoco luz, peor de lo que viven muchos perros domésticos, es por supuesto inhumano y debe mover a la solidaridad para procurarle a ese hombre un lugar decente donde dormir, comida y asistencia. Para después quedará el intentar reinsertarlo en la sociedad, pero que viva como un animal es intolerable e injusto.