Un ejemplo: En el recorrido rutero de Carlos Casares a Rosario (Sta. Fe), hay algo más de 20 radares dispuestos «estratégicamente» en las inmediaciones de las ciudades y algunos pueblos más pequeños. Una gran mayoría de esos radares no cuentan con aviso previo alguno, por ahí en algunos puntos dice «zona de radar» pero no especifica velocidades máximas ni en que lugar comienza dicha zona. Quien viaja por la ruta a 100 o 120 km. debe bajar de golpe la velocidad a 60 km. y en las inmediaciones de las rotondas a 40 km.. Si llega a excederse 4 ó 5 km. esa velocidad el radar lo toma e inevitablemente a los pocos días le llega a ese automovilista a su domicilio la comunicación de la multa que oscila según el radar entre 1600 y 2700 pesos. Y si demora algún tiempo en abonarla esa cifra puede llegar a duplicarse.
Es tanta la cantidad de accidentes en ruta por exceso de velocidad que hace falta sin duda alguna una señalización muy visible y en el caso de que se hayan colocado radares el aviso correspondiente. Lo que en realidad se observa con esta proliferación de radares en todas las rutas (en la 5 también hay muchos) es que el afán es netamente recaudatorio, la provincia los coloca, los municipios reciben una parte que mal no les viene y poco importa el resto. Mientras tanto hay automovilistas que luego de realizar un viaje de 500 km. les han llegado numerosas multas sin que tuvieran conocimiento alguno de la existencia de radares.
Se dice que la ley se supone conocida por todos, que frente a las ciudades debe circularse a una velocidad menor que no debe exceder los 60 km. y en algunos sectores menos, pero así, de buenas a primeras colocar radares como tramperas no tiene mucho sentido, tal vez sean un correctivo necesario como opinan muchos, pero se descuenta que la intencionalidad es otra, así sin avisos concretos y visibles, son «cazabobos» que le procuran al fisco una buena cantidad de dinero para suplir excesos de malas administraciones.