En la historia de El Oeste, muchas, muchísimas de nuestras notas no gustaron, fueron objeto de agudas críticas, algunas incluso adornadas con agravios. Pero invariablemente los que se enojaron, fue porque pusimos la verdad. En 90 años de historia tuvimos tan sólo dos juicios, uno de larga data por cuestiones personales con un anterior director y el último una demanda por calumnias e injurias promovida por un curandero o manosanta que venía a nuestra ciudad y fuera detenido por el ejercicio de su profesión. Nos hicimos eco de la noticia luego de que la justicia lo haya absuelto y eso motivó la demanda, la que terminó en los mejores términos.
Si mintiéramos no hubiéramos podido subsistir 9 décadas. Porque -dicen- la mentira tiene patas cortas. En cambio la «verdad» de algunos tiene patas más cortas que la mentira.
El ex-funcionario comunal Martín Daguerre, un hombre al cual El Oeste le dio un trato preferencial, haciéndose eco de su trabajo con infinidad de notas y reportajes, siguiendo su campaña política sin que una sola palabra o nota pudiera menoscabar su figura, NOS TRATÓ DE MENTIROSOS. Lo molestó una verdad y salió presuroso en otro medio a desmentirnos, agregando adjetivos mentirosos para refrendar su desmentida.
El periodismo intenta en la medida de sus posibilidades contar la verdad, a menos que le mientan. Y la información que teníamos no era mentirosa. Decía que el funcionario Daguerre había renunciado vía e-mail, y como nadie (o casi nadie) renuncia para que luego le pidan que se quede, deducíamos que el intendente Walter Torchio le iba a aceptar la renuncia. NO NOS EQUIVOCAMOS EN NADA. Hechos posteriores nos dieron la razón, a Daguerre le fue aceptada la renuncia, y punto. Es un acontecimiento más en la historia institucional casarense. Un hombre virgen en la política que llegó a un gobierno y escaló lugares que lo llevaron al alto honor de ser cabeza de lista de concejales en elecciones legislativas. ¿Qué más se puede pedir?. No obstante es legítimo su derecho a disentir, a hacer sus valijas y tomar otros rumbos políticos, pero, qué mejor que irse de una buena manera, sin morderle la mano a un medio que, no sabemos si le fue útil, pero sí que lo consideró.
Desde estas páginas le deseamos al joven Martín Daguerre la mejor de las suertes, viene de una familia honorable y más temprano que tarde eso florece y permite subsanar errores ¿de juventud?, o tal vez de inexperiencia, pero todos nos merecemos una segunda oportunidad.