Se han vivido dos semanas de terror que hicieron presagiar días dramáticos de la economía nacional que creíamos olvidados. Aquellos de corridas bancarias, corralitos, devaluaciones siderales, inflación galopante, aumento de la pobreza, corrupción, falta de trabajo y angustia, tanta angustia como sólo un pueblo como el nuestro puede soportar. Por suerte nada de eso ocurrió hasta el momento, aunque pese a que los mensajes tranquilizadores del gobierno asegurando que esas horas de zozobra «ya fueron», quedan muchos fantasmas, y en estos dos años de gestión macrista en los que se cometieron infinidad de errores, la mayoría no reconocidos, nada permite suponer que las aguas están tan tranquilas como aseguran.
El dólar remontó un 25% en tres semanas, el Banco Central perdió miles de millones de reservas, y cada vez nos endeudamos más, quizás para muchas generaciones de argentinos. La inflación estimada de un 15% pareciera haber sido «una bromita para Tinelli», y la promesa de que el aumento del dólar no se transferirá a los precios de los alimentos, a los combustibles y a todo aquello que tiene insumos importados, suena a burla, dando la impresión que estamos ante un equipo económico amateur que no tiene en claro hacia donde va ni que puede pasar.
«La única verdad es la realidad» decía Juan Perón, cual una sentencia insoslayable que nada es lo que parece sino lo que en verdad es. Basta una recorrida por los supermercados para comprobar que de nada valieron sesudas conferencias de prensa ni reuniones con empresarios y políticos, y menos aún el rostro del presidente pidiendo unión nacional. Una gran parte de los alimentos de primera necesidad han subido un 18, 20 y hasta un 25% o más, los sueldos han perdido valor adquisitivo, acuerdos y paritarias se han ido al diablo y todo indica que hay que barajar y dar de nuevo, ante la situación de extrema necesidad que deben afrontar las clases menos pudientes, y aquellas fronterizas que están cayendo en la pobreza.
Remontándonos una vez más a día aciagos de la economía argentina, liderada por profetas y gurúes que nos hundieron en la miseria, no podemos dejar de recordar la celebre frase del ministro Alvaro Alzogaray cuando dijo: «hay que pasar el invierno». ¿Lo pasaremos?, es todo un desafío y una incógnita.