La Sirena es sin duda alguna un ser mitológico, encarnado en el cuerpo de una bella mujer cuya parte inferior es como la cola de un pez. Oanes una diosa mitológica que adornaba las fantasías de los marineros de Babilonia en el año 5000 antes a. C., fue una de ellas, pero fue Homero en su célebre libro La Odisea, quien le atribuyó a la voz y a los cantos de las Sirenas, un llamado hechizante que aquel que escuchaba su voz y atraido se acercaba a ellas, jamás vería luego a su esposa e hijos.
Las promesas vanas y seductoras de los políticos ofician cual un canto de Sirenas que seduce al electorado hechizándolo al prometerle años de bonanza y felicidad cuando en realidad sus sensuales y sonoros cantos son apenas acordes de una desafinada melodía que daña los oídos y enturbia la razón.
Sin ser bellos ni tener cola de pez, ellos encantan cual aquellos seres mitológicos que adornaban las historias de marinos y también de quienes pisando tierra firme creían en dioses salvadores que llegaban para derramar ventura personal, dicha infinita y prosperidad.
Bajemos a la tierra que la realidad nada tiene que ver con cantos de Sirena, sino con el día a día que nos atormenta en una incertidumbre que no es mitológica sino que la sufrimos en carne viva, por la impericia de los señores políticos, que no encuentran la manera de encauzar el barco por aguas seguras y llevarnos a buen puerto.
Ulises en La Odisea le pedía a sus marinos que se tapen los oídos con cera para no escuchar los cantos de Sirena, o que se aten a los mástiles para no ceder a la tentación de acudir a ellas.
En el mundo de hoy ningún hombre ni mujer sensatos se taparían los oídos para no escuchar, como tampoco se atarían a mástil alguno para no ceder a la tentación de seguir a los políticos. Son éstos los que deben hablar, prometer y mentir menos, construir un proyecto viable que contemple a los que menos tienen, que genere trabajo y elimine todo vestigio de corrupción, ¡basta de cantos de Sirenas! de una vez por todas deben oír la voz del pueblo, que es la voz de Dios.