En Casares fue detectado un vecino de esa calaña cuya identidad la policía y la justicia resguardan y no se sabe por qué
GROOMING una palabra extranjera que encierra actos de degeneración en los que no está exento Carlos Casares.
La inclinación de los argentinos de denominar con palabras extranjeras hechos y situaciones que bien pueden explicarse en nuestro idioma. Bulling, Grooming y otras tantas pareciera ser una moda nacional. Ocupémonos de la última, el Grooming, para muchos «chino básico», pero familiar a los expertos en redes sociales o navegantes de internet. especialmente aquellos que usan esa magia que nos ha dado la modernidad para actividades y actos de degeneración que merecen el más enérgico repudio y la cárcel para aquellos que la practican.
Se denomina Grooming s las acciones de los adultos a través de Internet que intentan granjearse la simpatía o confianza de niños y niñas trabando lazos de amistad enviándoles imágenes eróticas o pornográficas con intenciones de lograr encuentros sexuales.
En nuestra ciudad, como ya lo deben saber nuestros lectores (El Oeste se ocupó en anterior edición), fue detectado un caso a través de la ONG Missing Children que en su hallazgo en la web de material pornográfico de menores de 18 años, determinó que el responsable se domiciliaba en nuestra ciudad. Hecha la denuncia la justicia intervino y tras una prolija investigación decidió allanar la vivienda del sospechoso secuestrando aparatos de telefonía celular, de computación, discos rígidos y demás material usado para la difusión de sus repugnantes imágenes.
La policía en su informe detalló el trabajo realizado, distribuyó fotos del domicilio del imputado, y del personal realizando el allanamiento, pero no difundió ni su identidad ni su domicilio, como tampoco decidió su detención.
Cuesta desentrañar como funcionan los mecanismos de la justicia en estos aspectos. La denuncia fue realizada por una ONG reconocida con indicios ciertos, todo indica que el procedimiento fue positivo y por lo pronto el vecino imputado es responsable de un delito gravísimo, infamante, que por tratarse de una forma de corrupción de menores, en este caso niños, merece a su vez la condena social, y sin embargo permanece anónimo y goza de libertad. A menos, claro, que aún no haya sido probado fehacientemente el delito y éste continúe en etapa investigativa.
Queda para la sorpresa el hecho de que Casares no escape a la actividad de degenerados que al igual que en los centros densamente poblados donde estas denuncias abundan, aprovechan un vehículo de difusión y conexión como Internet, para dar rienda suelta a sus más bajos instintos.