¿Nos vamos a tener que acostumbrar?
El valor de una vida es inconmensurable, pero si esa vida es corta, apenas un brote o una rama del árbol en el que se ha de convertir, su importancia es aún mayor.
La noticia del fallecimiento de un chico de 24 años (es un chico…) además de llenarnos de tristeza, nos enfrenta a un hecho que aún siendo accidental y trágico, pudo haberse evitado.
Joel Cáliz iba en su moto con un amigo, tal vez riendo, tal vez felices porque habían pasado una velada alegre y divertida y de pronto choca con otro motociclista y sale despedido contra el pavimento golpeando su cabeza desprotegida contra el mismo. Tras el ruido del choque y las chapas sacando chispas del piso, sobrevino el silencio y la confusión. Alguien que llegó y detuvo su vehículo, intentó ayudar a uno que se quejaba en el piso, vio que otro se movía, pero Joel Cáliz estaba allí. inmóvil, sangrante, desconectado de este mundo. La sirenas la ambulancia que llegó y el diagnóstico acompañado de la decisión de derivarlo urgente. Se moría, el golpe había sido brutal, era necesario de inmediato una intervención quirúrgica. El avión ambulancia hizo el trayecto hasta San Fernando rápidamente y allí fue internado. Joel quedó en mano de los médicos y de Dios. Lo demás es tremendamente doloroso, días y días a la espera de un movimiento, de una mirada, de un apretón de manos. Otro viaje hasta Junín, y más de 7 meses de agonía hasta que su corazón cerró el último capitulo de su cortísima existencia.
Todo este relato no serviría de nada si nos quedásemos con los brazos cruzados, dejando que estas tragedias ocurran, esperando nada, porque nada se puede esperar cuando sucesos tan dolorosos se hacen costumbre. Cuando sólo sirven para las estadísticas. Y cada vez más abultadas.
Tal vez como sociedad tendríamos que hacer algo que enviste el acostumbrarnos a estas tragedias, hacer algo en conjunto, políticos, fuerzas vivas, periodismo, autoridades, vecinos, algo ¡por favor!. No se pueden seguir muriendo chicos. Somos los grandes los que debemos afrontar la responsabilidad que tal vez ellos no tengan, porque en el fondo, y lo repetiremos mil veces, son chicos…