Pese a los malos tiempos, primaron los buenos deseos

Ni siquiera un mal gobierno puede opacar un festejo navideño. Estas fiestas calan hondo en el espíritu de los argentinos, que aún pese a los malos presagios, a las penurias económicas y a un horizonte que no se despeja, tratan aunque sea por unas horas de olvidar todo aquello que pretende deslucir la felicidad de una fecha tradicional, y se junta en la mesa familiar a brindar por la dicha, la prosperidad y la bendición de tener una familia unida.

Y así fue, hubo brindis, buenos deseos y mucho amor. Tal vez menos pan dulce, poca sidra, algún turrón y un arbolito navideño raquítico, pero en los corazones se encendió la llama de la esperanza y los buenos deseos florecieron como en las mejores épocas. Llegó Papá Noel para los más chiquitos, y donde no llegó seguramente las mamis y los papis se habrán ingeniado para explicarles el por qué no pasó,  sin entristecerlos.

Los argentinos estamos demasiado golpeados por la realidad, no nos merecemos esta incertidumbre que pulveriza nuestros sueños y ahonda las diferencias entre quienes sufren las consecuencias de las malas políticas, y quienes intentan explicar lo inexplicable para esconder una mala praxis que nadie imaginó.

Pero tampoco nos debe ganar el desaliento, es de esperar que asome una luz en el firmamento y lo que hoy son pálidas mañana sean buenos augurios, ya que teniéndolo todo no se justifica que estemos penando a la espera de un milagro que solucione nuestros problemas.

Se aproxima un nuevo año, sepultemos el que pasó como una mala experiencia que jamás debió haber ocurrido. Sumemos nuestros deseos para que en el año que se inicia, el 2019, soplen vientos de bonanza, y con fe y optimismo comencemos a vivir los buenos tiempos, que es la aspiración de todos, rogando que sea un año de crecimiento y desarrollo, de disminución de la pobreza y de creación de trabajo. Que volvamos a ser un país en serio, y no una caricatura de lo que alguna vez fuimos.