SI LA POLICÍA EN LUGAR DE COMBATIR EL DELITO ES PARTE DEL MISMO, ¿QUÉ QUEDA PARA EL CIUDADANO COMÚN
Lo acontecido en la vecina ciudad de 9 de Julio luego del trágico accidente que protagonizaran dos camiones, dejó al descubierto que precisamente aquellos que deben proteger nuestras vidas y salvaguardar nuestros bienes ceden a sus ruines instintos y muestran, o mejor dicho demuestran el por qué los ciudadanos le han perdido el respeto a la policía, aún a costa de aquellos efectivos que tienen en claro sus funciones y se comportan como verdaderos servidores públicos, que es lo que deben ser. Podría decirse -erróneamente- que la policía está acorde con el comportamiento de los jueces en muchos casos, de los mandatarios de la iglesia en tantos otros, de nuestros gobernantes que nos hacen víctimas de sus errores, apetencias y mezquin-dades. Pero desde la simpleza de un razonamiento equilibrado, la policía es el símbolo del orden, y de su impoluto proceder depende el comportamiento de los ciudadanos. Nada de eso se ve, en cambio si se ven desvíos en la conductas, corrupción en los procederes, traición a los postulados de la fuerza y a la misma historia policial, por más que como bien se dice no se puede poner a todos en la misma bolsa, dado que deben pagar justos por pecadores, pero debemos ser conscientes que si sucede lo que sucede con tanta frecuencia, es porque son muchos los componentes de la fuerza que miran para otro lado, consienten aunque no participen de los actos de corrupción que se cometen y no ayudan a depurar la podredumbre interna que corroe los cimientos de la institución.
Lo de 9 de Julio tal vez sea anecdótico, tan sólo el reflejo de lo que sucede día a día, pero no podemos quedarnos con eso, sería como aceptar que se han resquebrajados los cimientos de la sociedad misma, y eso es demasiado. ¿Qué queda para el ciudadano común si aquellos que deben enarbolar actitudes ejemplificado-ras, son parte del mismo delito, al que han jurado combatir para seguridad y bienestar de la comunidad?.