«Yo solo sé que no sé nada»

La frase del título de esta nota o «yo solo sé que de nada sé», se le atribuye al filósofo Sócrates, considerado el más sabio de los sabios. Muy bien podría hacerla suya cualquier científico, médico virólogo, epidemio-lógico, al referirnos al coronavirus. Pueden saber de qué se trata pero no saben cómo tratarlo. Al punto que la única medida positiva para evitar el contagio es esconderse, aislarse, huir de los potenciales contagios, en una palabra «ponernos a salvo para evitar que el virus nos atrape». Esto nos hace acordar un poco la historia de Eleuterio, intendente de un pueblo agreste, que encaró formal y serio el problema contra la peste y ensanchó el cementerio.
Aún no se han puesto de acuerdo los profesionales si los barbijos sirven o no sirven, si previenen o deben usarlo solamente los contagiados. Con los tratamientos pasaría lo mismo no hay vacuna, no tienen manera de contrarrestar el mal. Unos dicen que el virus vuela, que puede estar suspendido en el aire muchas horas, otros que no, que es muy pesado y cae enseguida. Solo sé que no sé nada…
Mientras tanto el coronavirus mata y sigue matando, no importa si ataca a un país poderoso o débil, lo subestiman los necios, los mesiánicos y los que privilegian la economía sobre la salud. Y estos todavía tienen algún argumento, porque los que opinan distinto no saben nada del coronavirus, solo que es virus mortal, que es como no saber nada.
La consigna por lo tanto es esconderse, respetar el aislamiento, ponernos a resguardo, no hay otra, lo demás puede ser un suicidio. Cifrar las esperanzas en que parezca la vacuna, que la famosa curva se achate, que ese bicho nos perdone la vida o que la mano de Dios ponga fin a esta pesadilla.
