Se estima que el notable aumento de los contagios se debe en gran parte a las reuniones sociales que los jóvenes organizan en casas de familia o locales privados, e incluso en quintas y hasta campos en las cercanías de la ciudad. Esas reuniones son un foco de contagio, verdadera propagación del mal, que no sólo los chicos llevan a sus casas contagiando a sus padres, hermanos, abuelos, etc. sino que diseminan el virus por toda la ciudad.
Pero existe otro problema que tal vez pase desapercibido y tiene que ver con los trabajadores de la salud “enfermeras, médicos, ayudantes”, los que arriesgan sus vidas y están extenuados de atender la multiplicación de los nuevos casos. Son profesionales de la salud cuya visión es enojosa al comprobar que mientras ellos trabajan en la atención de la suma de casos, arriesgando incluso sus vidas, los jóvenes se burlan ignorando los protocolos de prevenciones, organizando reuniones bailables con derroche de bebidas y probablemente otras sustancias.
Tal vez las fuertes multas en vigencia logren disuadirlos. Ese tipo de “remedio” es infalible.