Clases presenciales eran las de antes…

Quienes fuimos a la escuela primaria en “otra era”, entendíamos perfectamente que significaban las clases presenciales. Todas las mañanas o acaso en las tardes, antes de ir al aula, la maestra tomaba asistencia y decía: “Alonso”, y si Alonso estaba decía “presente señorita”. No había duda alguna de que esas eran clases “presenciales”, porque cada uno de nosotros decíamos “presente”. Todo era más sencillo y comprensible. Pero claro, no estaba la pandemia, ni los políticos cuestionaban las decisiones del gobierno central, generando cierta incertidumbre, cuando en realidad deberían estar alineados en causas comunes que conlleven a políticas de coincidencia en el manejo de temas tan importantes como la pandemia.

Pero no, se comportan con desobediencia, enarbolando la bandera de la educación, cuya importancia nadie discute porque de ninguna manera debería ser materia de discusión.

El presidente se sabe que no es un sabio y menos aún un rey cuyas decisiones son inapelables. Por esa razón toda vez que deba tomar una decisión importante se presume que consulta a sus asesores, que son muchos y los más ilustrados del país. Cero política, y sin embargo la oposición descree de sus pergaminos y se opone a los consejos que estos le dan al presidente. Como también se ponen en rebeldía cuando la justicia les es adversa, en una interpretación antojadiza que sólo sirve para demostrar que los intereses políticos siempre están por sobre todas las cosas. Es lamentable.

Los que en realidad deben decir “presente”, son estos políticos que ausentes de raciocinio, privilegian lo opuesto con tal de hacer valer su postura.

 Que “Alonso” esté presente o ausente poco importa, lo que importa es que esté cómo yo quiera que deba estar.