Se fue la Abuela Elena. Cuando se desataba la fuerte tormenta ella se estaba yendo. Cuando la casa se refrescó decidió hacerlo en silencio, sin molestar como fue su costumbre. Elena se fue con el Toto, como ella quería y fue en domingo.
Nos deja en su legado historias de su infancia, de la vida dura entre las necesidades y las rudezas del campo, de amaneceres y atardeceres en soledades.
Nos dejó enseñanzas y espejos donde mirarse, desde sus trabajos y su dignidad, desde su sacrificio y con su temperamento.
La abuela Elena “ponía inyecciones y tomaba la presión a domicilio”, trabajó de eso y en “el Preventorio”; siempre trabajó, sin faltar a ningún cumpleaños.
La abuela Elena era de esa raza en extinción, de las madres de antes, “las que paraban la olla cuando la mano venia cambiada…”
La vimos irse de a poco, resignados y doloridos. Sabemos que está en paz y en cada lugar de la casa, del patio, rondarán sus pasos, veremos sus manos y oleremos sus sabores, con el de sus jazmines.
Se fue en domingo para descansar y tomarlo de la mano al compañero en el paseo del cielo, bien ganado por cierto.
Gracias Elena , toda nuestra gratitud y recuerdo permanente.
Te comprendemos, la vida sin amor no es vida y lo pusiste todo hasta el final, Elena Margarita Rodríguez.
Escrito por Gustavo Oroño.-