Poco a poco, no sin grandes esfuerzos, reiteradas campañas, leyes que lo prohiben y la concienti-zación de los vecinos, vemos como la cultura de los fumadores ha cambiado. En la mayoría de las ciudades se respeta a rajatabla el declarar «libre de humo», con la expresa prohibición de fumar, a oficinas públicas, lugares cerrados de todo tipo, sea bares, confiterías, restaurantes, comercios, consultorios, universidades, transporte público, etc., etc. Es frecuente por lo tanto observar que aquellos que no logran terminar con el vicio, salen a fumar afuera de los locales que lo prohiben, y son muchos más los que respetan las prohibiciones y fuman mucho menos, cuando no los que dejan de fumar, alertados por la difusión de los daños que causa el tabaco y en especial el cigarrillo a la salud, siendo considerada una de las principales causas de muerte en el país. Mal que afecta también a los llamados «fumadores pasivos», que sin ser fumadores aspiran el humo que generan en lugares cerrados los fumadores.
En cuanto a nuestra ciudad debemos decir que son muy pocos los lugares en los que rige la prohibición de fumar, salvo algunos contados que no lo hacen porque alguna ordenanza o ley lo prohiba, sino por propia determinación.
Tal vez haya llegado el momento de sumarse a la campaña «libre de humo», y tratar de que sean los mismos comerciantes los que colaboren espontáneamente, colocando carteles que señalen tal prohibición y la hagan cumplir. Lo mismo en oficinas públicas, sean municipales, provinciales o nacionales, a fin de que el no fumar en espacios cerrados se convierta en una cultura popular que arroje resultados positivos, que a la larga irán en beneficio de aquellos fumadores empedernidos a los que no se les cae el cigarrillo de las manos. Si no pueden fumar ni aquí ni allá, tan sólo al aire libre y en soledad, seguramente fumarán mucho menos, y si se lo proponen les será más fácil dejar de fumar.
Es común observar que esos mismos fumadores, que por efecto y consecuencias del tabaco sufren distintas dolencias, algunas de gravedad, terminan dejándolo por obligación, cuando tal vez ya sea demasiado tarde.
Aceptemos entonces que el cigarrillo mata. Y que todo lo que se haga para que las personas fumen menos o no fumen, será en beneficio de ellos mismos, y de todos en general.