Lo que faltaba y que por cierto era previsible. Al extenderse la protesta docente, paro mediante que ya lleva 13 días, estaba cantado que iba a tomar un giro no deseado. Aguijoneado además por las irresponsables palabras del líder de SUTEBA Roberto Baradel que en un exceso verbal injustificable que más sonó a bravata y amenaza, dijo: «No toquen los salarios porque vamos a ir a buscarlos a cada lugar de la provincia». Y finalmente así pasó, los violentos de siempre aprovecharon la protesta para la agresión y el salvajismo, arrojando cascotes o agrediendo a funcionarios, desvirtuando el sentido del reclamo sindical hacia un rumbo que jamás debió haber tomado.
El paro no da para más. Por sobre que sigan las negociaciones y los docentes desde el diálogo sin confrontación continúen luchando por sus reivindicaciones salariales. El mismo martes tendrían que dar comienzo las clases como una demostración de madurez ciudadana y respeto por los directos perjudicados con tan extrema medida, que son los alumnos. Ellos son los que pagan el pato de la boda, siendo rehenes de una situación en la que nada tienen que ver. Para muchos de ellos la escuela es su segunda casa, la maestra es su segunda mamá. Pero por sobre todo eso, el paro no da para más por el giro que han tomado los acontecimientos. Hablar de «paro por tiempo indeterminado» es como decir «o se cumple lo que nosotros pedimos, o se paraliza la educación en el país». Es demasiado, deben reflexionar y madurar otras estrategias de lucha gremial que dejen de lado cualquier tipo de extorsión. La sociedad se los reclama, los maestros han sido siempre un ejemplo y deben seguir siéndolo. No sacrificando sus aspiraciones, se sabe y nadie se atreve a discutirlo, que merecen mejores sueldos y condiciones, pero existen otras formas de reclamo. Cuando se llega a la violencia, nada debe justificarse.
Si el martes viéramos nuevamente los guardapolvos blancos anunciando la apertura de las escuelas y el comienzo de las clases, estaríamos viendo un gesto de cordura y una toma de conciencia, que lejos de mostrar una claudicación, dejará sentado que los valores de la docencia siguen intactos, sin que de manera alguna ello signifique renunciar a sus derechos de luchar por mejores salarios y una mayor excelencia en la educación.