Los medios radiales, gráficos y televisivos se han ocupado estos últimos días de la serie de linchamientos e intentos de linchamiento a delincuentes que fueron sorprendidos y aprehendidos luego de asaltos y arrebatos que se han producido en Capital Federal y distintas provincias de nuestro país, en algunos con muertes y en otros con serias lesiones que no pasaron a más por la oportuna intervención de ciudadanos responsables y conscientes que hacer justicia por mano propia es aplicar la ley de la selva. Hechos de extrema gravedad que resumen el descontento e impotencia de una sociedad jaqueada por la inseguridad que reacciona visceralmente y pretende reemplazar a quienes deben responder por la visible falta de seguridad. No en vano la venta de armas crece, son muchísimos los ciudadanos que aseguran estar prevenidos con armas de fuego por si son víctimas, y aún sabiendo que ese es el peor camino, están dispuestos a enfrentar a los delincuentes con sus mismas armas, sin darse cuenta de que aún así estarán siempre en inferioridad de condiciones. Un asaltante nada tiene para perder, en cambio un ciudadano común sí, y mucho.
Lo cierto es que los linchamientos como se le llama se han multiplicado, y si bien a la luz de las encuestas en su mayoría los ciudadanos no están de acuerdo con esa terrible práctica, quienes han sido víctimas piensan de otra manera, y sabido es que cuando la gente actúa en grupo suele generar hechos que estando solos no cometerían.
QUE NO SE LES OCURRA A LOS CASARENSES
Es de esperar que no prenda en los casarenses ese tipo de locura salvaje de querer reemplazar con acciones vengativas y violentas a la policía y a la justicia. Por más que crezca la indignación y también la impotencia, que tienen que ver conque la intranquilidad y falta de seguridad de ésta comunidad tenga que ver con la acción de unos pocos que invariablemente son pasajeros de la justicia, que entran y salen, probablemente amparados por leyes benignas o magistrados garantistas que tienen una visión muy distinta a la del ciudadano común. Sea como fuere el único camino es la justicia, lo demás es la barbarie, es sumergirse en la brutalidad, retroceder cientos de años, volver a la ley del talión, «ojo por ojo, diente por diente», que se aplicaba en la Edad Antigua.