Como el Cuento de la Buena Pipa, algo de nunca acabar, la Rendición de Cuentas del municipio es un «cuento» que se repite año a año con distintas variantes, el mismo tremendismo y el uso de dialécticas similares, aunque los partidos políticos, las personas y la circunstancias sean distintas.
No con esto queremos desestimar el valor de un acto de la democracia que estipula el control al que deben ser sometidos los funcionarios en lo que hace al correcto cumplimiento del procedimiento administrativo, tarea privativa de la oposición, en el ejercicio del sistema de pesos y contrapesos que debe regir en la administración pública a fin de imponer límites y ejercer controles para que el poder sea compartido.
La crítica, si quiere llamársela así, pasa por otro lado. Y tiene que ver con la similitud de los cargos que se formulan los mismos partidos políticos, sea cual fuere el momento histórico y el lugar que ocupe cada uno de ellos. Por lo mismo que hoy cuestionan, mañana son cuestionados, al igual que la fragilidad con la que se formulan los cargos, las sospechas sin fundamento cierto, las acusaciones anónimas, en fin, poco de concreto y mucho de hojarasca política.
Dicen que es el libre juego de la democracia, la oportunidad que tienen los hombres de la oposición de remarcar las distintas acciones reñidas con el correcto y transparente manejo de la cosa pública. Pero lo que en realidad no se condice con esa obligación -lo repetimos- es instalar la sospecha, señalar incorrecciones de autor anónimo, o elucubrar suposiciones acaso esotéricas que dejan abierto el pensamiento y la imaginación, dañando tal vez a quienes nada tienen que ver con esos supuestos.
Dejemos en claro que nadie está libre de pecado, pero no por repetido ni compartido debe ser aceptado. Si realmente existe en tal o cual administración un manejo discrecional y perjudicial de las cuentas públicas, debe ser denunciado con energía y severidad, como así también señalados sus responsables. Y si dichas falencias lo ameritarán realizar las denuncias correspondientes a la justicia.
La anécdota se contradice con la seriedad del acto. Recordemos cuando se le indilgaba a un secretario el manejar las boletas con tanta discrecionalidad que para ir a Mar del Plata cargaba nafta en Los Toldos, como también se cuestionaba al funcionario que comía camarones y frutillas, y ahora al funcionario que gastó demasiado en un payaso.