Lejos están aquellos ejemplares de El Oeste, que destacaban casi como una rareza el viaje al exterior de los vecinos, los que invariablemente se retrataban en la escalinata de ingreso a los aviones, facilitándonos luego las fotografías para que diéramos a conocer la noticia de sus viajes en nuestra sección «viajeros».
Muchos lo hacían con orgullo, porque en esos años eran muy pocos los que viajaban. Otros en cambio no sólo aportaban esas fotos, sino que hacían mención a sus periplos por el viejo mundo o los EE.UU., en un brote de cholulismo acaso comprensible. Algo similar ocurre hoy con las visitas al Papa Francisco, pero esa es otra cuestión, también comprensible por cierto.
Pero vayamos mejor al propósito de esta nota, que en cierta manera tiene que ver con un acontecimiento de actualidad, el inminente Mundial de Fútbol Brasil 2014.
En lo que fue un intento de producción que debimos suspender, queda comprobado que el temor ante la ola de inseguridad, puede más que el orgullo o el cholulismo. Que decenas de vecinos que viajan o ya han viajado a Brasil para seguir las alternativas del esperado Mundial de Fútbol, desean mantener en el máximo secreto su viaje, por estrictas razones de seguridad. Intentamos entrevistar a un vecino que concurría con su hijo, a otros dos empresarios que tenían tickets para los tres primeros partidos de Argentina y la Final, un par de matrimonios que hacían turismo y de paso van a los partidos del mundial, pero ninguno de ellos aceptó la nota. «Nooo…dejo a mi mujer sola, a ver si la asaltan…» nos dijo uno de ellos, otro respondió lo mismo, y los matrimonios nos pidieron que por favor no comentáramos nada porque en sus casas no quedaba nadie. La inseguridad los frenaba, e incluso se mostraban preocupados en saber cómo nos enteramos, cómo había trascendido.
Los tiempos son otros, la falta de seguridad modifica los comportamientos, el miedo a ser víctimas de los delincuentes les quita la tranquilidad y los insume en un temor constante, aún pese a las previsiones que se puedan tomar.
Un viaje de turismo, vacaciones o como en este caso para ser partícipes privilegiados de un hecho mundial que sólo se repite cada cuatro años, debe de gozarse con placer, sin pensamiento negativo alguno que pueda empañarlo.
Esa sería la consigna, pero antes alejar todos los fantasmas, tomando todas las precauciones del caso. Y si dentro de esas precauciones está la de no hacer demasiada alharaca con el viaje, está bien que así sea, y el periodismo debe ser el primero en respetarlo.