Esos recuerdos de antaño
que nuestra memoria guarda
son como cálidos abrazos
que nos entibian el alma…
Son historias de un pasado
que vivirá en la nostalgia
para que nunca el olvido
las quite de nuestra marcha…
Así, de esos recuerdos de antaño que nos inundan el alma, nos vienen por los espacios de nuestra propia nostalgia, imágenes de la niñez y de la escuela primaria, del tiempo del Simulcop que tanto nos ayudaba y de las compras de última que hacíamos en Casa Diana, para cruzarnos corriendo antes que la campana sonara… Allí Moresco y Apetche, con paciencia franciscana, con la premura del caso, prontamente despachaban…
Aquella librería que iniciara su actividad instalada por Carlos Sisto y que Moresco y Apetche se la compraran luego y los tuviera como eficaces marchantes hasta que un día fue Enrique Lorenzo Apetche quien quedó en soledad al frente de la misma. Actividad en la que se desempeñó por varios años hasta que un día en el horizonte se dibujaron nuevos caminos y el antiguo librero de la Avenida San Martín desempeñó otras labores. Pero pienso, creo y sostengo que a pesar de esos otros empren-dimientos laborales y de diferentes lugares que ocupara en diversas organizaciones políticas y sociales, Apetche será para siempre, el librero de la Avenida San Martín. Sus dos hijos, Carlos Enrique, “Meme” y Graciela, lo hicieron abuelo y acompañaron su vejez, domiciliado en la esquina de Rivadavia y Las Heras.
El tiempo en su carrusel de caminos y recorridos, fue dibujando diversos senderos, acopiando recuerdos y vivencias hasta que el último viernes 13 de junio, luego de soportar una lenta y prolongada despedida, que incluso lo vio viviendo sus últimos días en un geriátrico, pero contando con la amorosa presencia de sus hijos, el viejo guerrero, con 92 años a cuesta, emprendió el postrer camino hacia los recuerdos. La inhumación de sus restos en el Cementerio Municipal el sábado 14 a las 11 hs. previo responso religioso rezado en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, fue motivo para que familiares, amigos y vecinos dieran el último adiós al viejo librero de antaño.
Y hasta pareció que la antigua campana de bronce de la Escuela Nº 8, tañera a despedida…
J.D.O.