Tiende tu mano al vecino,
porque sí, con elegancia,
que no todo sea ganancia
a lo largo del camino.
Cambia de sabor el vino cuando no hay con quien brindar.
Que harás con atesorar y ser opulento en bienes si entre tus bienes no tienes el bien supremo de dar…
Antonio Alejandro Gil
Muchas veces uno transcurre la vida solo, pero no en soledad, porque su forma de ser, de buscar compañeros para el camino, de brindar su mano abierta, sin egoísmos, nos va logrando compañía aunque caminemos solos…
Miguel Morey, nacido el 29 de abril de l929, reconocido personaje de nuestra sociedad, es un claro exponente de tal afirmación. Luchador empedernido en la vida, poniendo todo su afán en la contienda, marchando con la frente en alto y la mano siempre dispuesta al compañero, con el pecho lleno de esperanzas y de sueños compartidos.
Allá. en su lejana juventud comenzó su lucha por la vida en el ramo gastronó-mico, con su cuñado Rubén Sánchez, un cocinero de ex-celencia, en el antiguo Hotel La Cancha, con la firma Sánchez y Morey. Luego de unos años, se trasladaron al Hotel Avenida, en Maipú, esquina 9 de Julio. Pero los años de la gastronomía iban a tener un total cambio en la actividad, puesto que en sociedad con Guillermo Marqués comenzó en el terreno de venta de repuestos, allá por los años 70. Actividad ésta, que mantendría hasta el final de su existencia. Al cabo de unos años, Marqués se retiró de la sociedad y se sumó en su lugar Mauro Bilick, a lo que pasó a ser Morey y Compañía. Muchos lugares de nuestra ciudad dieron albergue a la actividad de venta de repuestos, bajo las distintas sociedades que la compusieron. Brandsen e Yrigoyen (donde hoy está Agencia Benedicto), Avda. 9 de Julio 8 (pegado a Tienda La Tropical), Las Heras y Vicente López (la recordada esquina de Manuel Idiarte, donde estuviera la primitiva sede del Automóvil Club de Carlos Casares). Un día Miguel Morey sumó a su equipo a Julio César Oroño, el Yuli arquero de Atlético Carlos Casares, que se transformaría en el último compañero del viaje de Miguel Morey, y llegando al domicilio que marcara el final de su recorrido comercial: Lamadrid 74.
Y entre los repuestos, Yuli Oroño y los empleados, los amigos y los recuerdos, Miguel Morey, que ya se había transformado en Don Morey, titulo casi nobiliario que dan los años (ya había superado los 80), comenzó a recorrer el último sendero de su vida. Los años, y tal vez la soledad, comenzaron a “pasarle factura” con achaques que iban marcando, lamentablemente, el final. Y el miércoles 16 de julio, su camino de solitario, aún rodeado de amigos, llegó a la meta que marca el destino de cada uno. Cuando el jueves 17, casi al medio día, las campanas de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen le daban el último adiós, luego de ser rezado el responso religioso, su sonido, cuando iniciaba su marcha hacia el Cementerio Municipal, lugar de su última morada terrenal, asemejó a un Réquiem pronunciado por millones de repuestos de los escaparates del universo, despidiendo a quien era el emblema en Carlos Casares.