En su corta existencia la ruta 50 contabiliza cientos de accidentes, algunos de ellos mortales, otros gravísimos. Unos por su mal estado, otros por falta de marcación, lo que la han convertido en tan maldita como la ruta 5.
EL REMISERO VIVONO
El conocido remisero Marcelo Vivono, de 49 años, padre de tres hijas e hijo de una tradicional familia casarense, perdió la vida ayer pasadas las 13,30 hs. cuando transitaba la ruta 50 conduciendo a un pasajero hacia nuestra ciudad. Habían salido hacía unos pocos minutos y transitado unos 10 kilómetros, cuando de improviso su auto Megane color gris dominio SNH 253 se despistó, tal vez por el piso mojado, perdiendo el control del mismo para desviarse a la banquina por la que recorrió unos 80 metros hasta estrellarse de costado y del lado del volante, contra un grueso árbol.
CORTARON EL AUTO PARA LIBERAR EL CUERPO
La tremenda violencia del impacto determinó la muerte instantánea de Vivono, que quedó aprisionado en el interior de su auto, debiendo los bomberos cortar parte de la carrocería para liberar su cuerpo. Su pasajero, Santiago Martín, quedó semidesvanecido, siendo auxiliado de inmediato y conducido al hospital de nuestra ciudad. Martín es hijo del casarense Pascual Martín, y nieto del famoso barman Pascualito Martín y de Porota Pinciarolli, ambos fallecidos y sobrino del conocido profesor Ernesto Martín. El muchacho está en pareja en nuestra ciudad con la joven Tania Méndez, por lo que viaja constantemente entre Martínez de Hoz y Casares. Las últimas noticias nos dicen que presentaba golpes y exco-riaciones múltiples, y que dado que acusaba un agudo dolor en su espalda se determinó internarlo en terapia hasta tanto le fueron hechos los estudios pertinentes para descartar lesiones internas. Su estado no reviste gravedad.
UNA FAMILIA NUMEROSA
Los Vivono son cuatro hermanos, Claudio, Edgardo, Omar y Marcelo que era el menor de los varones. Le sigue Miriam que es la menor. La mamá, «Porota» Campioni, aún vive. Los restos de Marcelo fueron conducidos a ésta a poco de haberse cumplido con las formalidades judiciales.
Era Marcelo un muchacho macanudo, trabajador y servicial. Cuando aún era muy joven se desempeñó como maquinista varios años en El Oeste, dejando los mejores recuerdos. En su profesión era sumamente responsable y como padre de familia ejemplar. Toda esas virtudes lo hacían un hombre muy querido y apreciado por todos. En el acto del sepelio e inhumación de sus restos, quedaron plasmados todos esos afectos que supo acumular en su corta existencia. A su familia vayan nuestras más sinceras condolencias.