Es lamentable, siendo Casares un partido en el que la producción agropecuaria es su principal riqueza, que no se realice la Exposición Rural
n peores momentos del país, cuando los productores agropecuarios atravesaban verdaderas crisis y podía vérselos deambulando en los bancos a la búsqueda de créditos o refinanciacio-nes, en viejas camionetas, desalentados por la falta de perspectivas para el sector, la Sociedad Rural de Carlos Casares ponía un paréntesis a tanta «malaria» y realizaba su «Exposición Rural», la que contaba con gran respuesta popular, especialmente de la familia del agro, que también le ponía al mal tiempo buena cara, y concurría con entusiasmo a esa cita anual impostergable, demostrando que la condición de productor agrope-cuario va más allá del rótulo, y encierra, cual si fuera una religión, postulados inclaudicables que poco y nada tienen que ver con lo material.
No cabe duda que los tiempos han cambiado, que hoy se anteponen los estados de ánimo, los presagios agoreros, la realidad que no es la mejor, a aquellos deseos genuinos de celebrar aunque sea un par de días al año la fiesta de la producción y el orgullo de ser la columna vertebral de la economía argentina.
Por razones que suenan atendibles, pero que tal vez no encuentren una justificación plena, sea recesión, desaliento, sensación de desamparo y otras tantas causales, la Sociedad Rural de nuestro medio ha decidido suspender la tradicional Exposición Rural. En cambio han preferido reunirse en un almuerzo de camaradería, por aquello de que «algo hay que hacer», mostrando un acto fallido en el que queda al descubierto que la ausencia de la Exposición Rural se nota, y que al menos el almuerzo de camaradería es la excusa perfecta para estar juntos.
Ya está, no hemos querido formular una crítica porque respetamos que aquel que no tiene nada para festejar, no festeje, pero si en cambio pretendemos llamar a la reflexión desde la inversa, e instarlos a celebrar que el campo hoy se encuentre fuerte, unido y dispuesto a dar batalla por lo que estiman sus legítimas reivindicaciones.
El año próximo las razones para hacer la Exposición deben ser más poderosas que las excusas para no hacerla. La «camaradería» rural se practica mejor cuando el aire tiene olor a bosta, aunque en vez de paladear un «tiramisù», el paisano hinque el diente en un sandwiche de chorizo con un pie apoyado en el corral y le levante la mano al rematador para hacer suyas unas vaquitas.
¿O acaso el campo no se merece una fiesta?