La renovación de un documento o la obtención de un pasaporte llevaban meses, acaso años, y ahora no soportamos hacer un par de horas de cola.
a vorágine de los tiempos que corren, los adelantos, el tecnicismo y la modernidad, hacen que trámites que antes nos insumían meses o acaso años de nuestras vidas, hoy se resuelvan en unos pocos días, e incluso en algunos casos no hace falta molestarse o concurrir a oficinas y reparticiones, porque dichos trámites pueden cumplimen-tarse por Internet.
Por citar un ejemplo, los documentos de identidad (DNI) cuya obtención o renovación llevaba meses y se han dado algunos casos de años, hoy es un trámite que insume unos minutos y en pocos días se lo recibe en su domicilio. Lo mismo ocurre con los pasaportes, que insumían viajar a Buenos Aires o a Junín, esperar varios meses y en muchos casos perderse el viaje porque los pasaportes no habían llegado y el avión partió. Hoy ese trámite es rapidísimo, no hay que viajar y por Internet puede iniciarse para hacerlo más rápido todavía.
¿Pero quien se acuerda de esas torturantes y angustiantes esperas, los gastos de viaje, los trámites por izquierda pagando «cometas», la búsqueda de «contactos» e influencias?. Todo pasó al olvido, ahora gritamos como marranos si debemos hacer una cola de un par de horas para completar el trámite. Nos parece que nos quitan una parte de nuestras vidas, le echamos la culpa a la burocracia o a nombres propios que pintaron un panorama rosa, que ahora se ha vuelto negro.
Hoy podemos sacar un pasaporte o DNI en un supermercado, en un shoping, en la plaza, en un camión del ministerio, y créase o no, si se está impedido de concurrir a una oficina autorizada, van a la casa de quien lo solicite y se lo hacen allí.
Son derechos adquiridos, el resto es historia, jubilarse de un toque por ejemplo, algo que antes llevaba años, costaba dinero que se llevaban gestores y traficantes de influencias. Hoy hasta puede obtenerse una jubilación con pocos aportes. El pago de lo adeudado vendrá después, en cuotas y cómodamente.
Los seres humanos tenemos ese que se yo… por parafrasear la Balada para un Loco del célebre Astor Piazzola. Pero tampoco pensar que estamos en el paraíso, y si en algo se justifica nuestro malhumor, es por las tantas cosas que se hacen mal, y nos ponen mal, agriando nuestro carácter y agudizando nuestra intolerancia.