En la edición del 26 de marzo de 1997 en nota de tapa El Oeste anunciaba lo que ya desde semanas atrás se comentaba en todos los círculos de nuestra comunidad, y en especial entre los fieles católicos locales. Y el título de aquella nota decía: OTRO CURA JOVEN EN CRISIS VOCACIONAL QUE DEJA NUESTRA PARROQUIA. Se enamoró el Padre Rubén.
La nota se refería en primer término a lo acontecido algún tiempo atrás con el padre Julio Cappanari, que había dejado los hábitos ante una crisis vocacional causada por la relación sentimental que mantuviera con una vecina local. «No debemos escandalizarnos», decía dicha crónica, «son cosas que suceden», y hacía mención a que el Padre Rubén Magrotti que prestaba servicios en la parroquia local, y era muy apreciado y querido por los jóvenes con quienes mantenía una excelente relación, había decidido «colgar la sotana» como se dice vulgarmente, por sufrir una crisis de fe. Por ese motivo decidió solicitar al Obispo, a través del padre Edgardo Iriarte, Prfesbítero de la iglesia local, la suspensión de su Ministerio.
SE HABÍA ENAMORADO
En realidad el padre Rubén Magrotti, que tan solo contaba 30 años de edad, se enamoró de una mujer, una monjita (novicia en realidad, de origen salteño) llamada Alicia, por la cual decidió, luego de una denodada lucha interior, romper su compromiso sacerdotal e iniciar una nueva vida, aunque sin abandonar su vocación de luchar por los más débiles y desprotegidos. Y eso en realidad fue lo que hizo. Aquí fue un buen cura y se lo recuerda con cariño y respeto.
VISITÓ AL PAPA
Rubén y Alicia formaron una hermosa familia con la llegada de tres hijos, Donato, Luna y Amadeo. Se instalaron en Salta, allí edificaron una vida de amor y sacrificio ayudando al prójimo, dejando la impronta de su bondad y misericordia para los más débiles y desposeídos. Visitaron Haití en una misión de ayuda a las víctimas del terremoto, cuyas consecuencias hoy continúan, viéndose a un país abrumado por la pobreza extrema, las plagas, falta de viviendas y un futuro dependiente de la ayuda humanitaria que se les pueda dar.
Y allí estaban, hasta que debieron hacer un alto en sus actividades porque acaso el sueño imposible de Rubén, se hacía realidad.
Como integrante del SEDRONAR (Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y el Narcotráfico), cuyo titular es el sacerdote Juan Carlos Molina, integró una delegación que días pasados visitó al Papa Francisco manteniendo una audiencia general en la que trataron temas cruciales de drogadicción que al Santo Padre tienen sumamente preocupado y sobre el que se refiere en forma constante marcando fielmente su posición y la de la iglesia.
La visita fue difundida entre otros por L´OSSERVATORE ROMANO, diario del Estado Vaticano, en una nota adornada con numerosas fotos de la delegación con el Sumo Pontífice, una de ellas en la cual se ve a Rubén Magrotti cuando saluda al papa Francisco y le hace entrega de cartas, fotos y mensajes que le hacían llegar la gente a través suyo.
Decíamos hace 17 años: «En mérito a lo que fue el padre Rubén mientras militó en nuestra parroquia, creemos íntimamente que se merece toda la felicidad del mundo. Fue un predicador incansable, solidario, cervicial, toda bondad y simpatía, que supo llegar a los jóvenes con su mensaje, hablando su mismo idioma, compartiendo sus problemas e inquietudes, acercándolos a la iglesia»