Decía un viejo periodista experto en notas policiales, que no había nada más sensacionalista que el hecho en sí.
«¿Cómo sobredimensionar un suicidio, o un múltiple asesinato, o una tragedia espantosa?», decía, ante algunas acusaciones que lo tildaban de periodista sensacionalista.
Lo sucedido recientemente con el fiscal de la causa AMIA, su suicidio o asesinato, sea lo que fuere, ya que aún no se ha establecido, es demasiado grave, demasiado doloroso, como para magnificarlo. Si, en cambio, se lo puede ensuciar, obstruir la acción de la justicia o confundir a la ya de por si confundida ciudadanía, que absorta por lo acontecido no acierta a comprender que pasó, y se ve ametrallada por una disparatada catarata de opiniones que se desgranan a través de los medios. Observan en la televisión a paneles en los que polemiza un aquelarre de personajes, que cual expertos investigadores dicen cualquier barbaridad con la solemnidad de alguien que ha estudiado el caso y cuenta con los elementos necesarios y probatorios para pronunciarse con rigor y conocimiento. Leen medios que con la misma facilidad conque hoy afirman algo mañana lo desestiman, y no vacilan en aventurar suposiciones descalifica-doras al son de sus propios intereses, que no son los de su público lector. De la misma manera desde la órbita oficial abonan una teoría y al otro día una completamente opuesta evidenciando la misma incontenencia que otros sectores de la ciudadanía.
Se declama la búsqueda de la verdad, pero en lugar de colaborar con la justicia y garantizar su independencia, no vacilan en aventurar conjeturas que embarran la cancha y generan desconfianza, a tal punto de que cuando surja la verdad nadie la va a querer creer.
Pensar en la Argentina, ¿es mucho pedir?. Hechos con-mocionantes han cambiado al mundo, un hecho como el acontecido exige el , equilibrio y la templanza de todos los argentinos para fortalecer aún más los pilares de la democracia. Debe dejarse que sea la majestad de la justicia la que lo resuelva. La gravedad del momento y sus circunstancias hacen preciso deponer los intereses sectoriales, quienes pretendan sacar ventaja de una tragedia como la que acaba de ocurrir estarán dañando al país, a sus instituciones y al pueblo en su conjunto.
Un fiscal de la Nación ha muerto en circunstancias poco claras. Recemos por él, acompañemos en el dolor a su familia, pero dejemos que sea la justicia la que investigue y dicte su veredicto.