La noche fue el lugar de su reinado, trabajando desde chico en ese medio, donde supo, como buen soldado, tener de amigos un regimiento… Siendo muy joven, cuando estudiante, ya comenzó su tarea de lavacopas, y cuando al final de la jornada, cuando el sol se anunciaba ya radiante, dejando atrás la madrugada, allá iba, sin dormir, el estudiante, a cumplir con los libros y las notas…Porque siempre fue así, luchador, con la mente puesta en la victoria, que fue la meta de su honestidad y honra, en un sendero de lucha sin derrota, donde con su aspecto de hombre rudo, iba dejando tras de sí la imagen de la bondad alumbradora, para que brille ese sol que le quitó las sombras. Como el abuelo Mariano, también pintó sonrisas en el sendero, Y como su padre, otro Mariano, fue habitante de la noche y sus misterios. Pero también fue capaz, soñador y obrero, de realizar tareas que no todos sabían hacerlas con su esmero, como arreglar máquinas cafeteras que para muchos no tenían arreglo. No había tarea que, en el duro esfuerzo, no lo tuvieran a él de compañero, poniéndole a las dificultades, brazo y pecho, para volver las tareas del “ya está hecho”. Pero en lo que se destacó y fue un soldado verdadero, fue en la de cosechar amigos, con mano y cariño abiertos en el intento, donde brillan los candiles del aprecio. Y en la noche, su hábitat de vida y laboreo, siempre hubo alguna confitería para que el Gordo Mariano desarrollara su trabajo y su contento. Como últimamente, que se desempeñaba, como Jefe de Seguridad en el Complejo que SinCity lo albergaba, siendo querido y respetado por sus propios compañeros y por todos los concurrentes de la reunión noctámbula. Pero el destino, con sus macabras garras nos ataca y el bienestar se vuelve una quimera, la felicidad, dura cachetada, y la enfermedad, cruel, dolorosa, despiadada, transforma nuestro Edén en un Calvario, y el camino se nos vuelve Despedida… Y el bueno de Mariano Ricardo Soto, comenzó a caminar por el postrer camino de la vida. Y el viernes 20 de febrero, agotadas su resistencia y sus fuerzas, este querido Gordo, se nos volvió ausencia. Tenía solo 55 años de existencia y nos dejaba un ramillete hermoso de recuerdos, que han de volver en cada fin de semana, para abrazarse a los sonidos nocheros, que como soldado vigilante lo tuvieron. El sábado 21, con el dolor y la tristeza de su pueblo, emprendió, lentamente, el postrer viaje, camino final al Cementerio, pasando por Huracán, donde sus amigos, en la vereda saludan el paso doloroso del cortejo, y luego de su estadía en la Iglesia, para recibir el adiós y el rezo, recorrió otra vez, como lo hizo tantas veces, la Guillermo Loewenthal hacia el lugar donde lo arrullarán el sonido de cipreses y el mensaje nochero y musical donde mil veces, mostró se estampa amable de soldado, para que la noche tuviera seguridad y amparo. Mariano Ricardo Soto, que Dios te dé el descanso eterno que merecés mientras los casarenses, para siempre te recordamos.
J. D. O.