Entre l871 (Guerra Franco-Prusiana) y l914 ( comienzo de la Primera Guerra Mundial), las potencias europeas vivieron momentos de gran esplendor económico, gracias al proceso de industrialización y al imperialismo como valor agregado del capitalismo. Como nunca esto derivó en un gran avance, no solo tecnológico, sino también científico y cultural.
Este período también se denominó de la “Paz Armada”, por los recelos beligerantes, principalmente la ansiedad de revancha de Francia, derrotada en la Guerra Franco-Prusiana, que benefició a Alemania (Prusia) con la ocupación de Alsacia y Lorena, territorios ricos en hierro y carbón, materias primas fundamentales para el despegue alemán como país industrial.
En el orden científico va a preponderar el Positivismo, doctrina consistente en darle a la ciencia un valor superlativo, produciéndose avances en medicina con la microbiología y el descubrimiento de los rayos X y en tecnología con el telégrafo, la electricidad y más adelante el teléfono, además de la maquinización con el ferrocarril, más tarde el automotor y comenzado el siglo XX, el avión.
Las burguesías europeas desplazarán a las aristo-cracias, sucediendo algo similar en EEUU después de la Guerra de Secesión, con el triunfo del norte burgués e industrial, sobre el sur latifundista y esclavista. Mientras tanto en América del Sur las oligarquías se harán cargo del poder político y económico.
El proletariado industrial crece cuantitativamente, pero la brecha entre ricos y pobres aumentará en función de la mayor acumulación de riquezas en pocas manos, ya sean industriales o terratenientes. El obrero industrial encontrará en la sindicalización y el activismo político (anarquistas y socialistas) una posibilidad de progreso, muchas veces utópica. Pero peor le irá al campesino, que al no tener alternativas decide emigrar y será América el continente que le abrirá las puertas
En esa Europa exuberante de capitales para invertir se destacaba la familia del baròn Mauricio Hirsch, en su caso, la construcción de ferrocarriles
EL DRAMA
DE LA
COLONIZACION
Pero por más capital que tuviera para invertir en acciones filantrópicas, no le fue nada fácil al barón organizar la Colonia. No era lo mismo organizar una empresa, para lo cual estaba preparado , que una colonia con material humano. En principio tengamos en cuenta que ese material humano que emigraba era totalmente heterogéneo. Había judíos ortodoxos y no ortodoxos, hombres y mujeres sin el más mínimo conocimiento de campo; costumbres y lenguas diferentes pues no todos hablaban idish, y a eso debemos sumarle el violento choque cultural que significaba estar en la pampa húmeda; al principio sin viviendas y a expensas de bandidos rurales.
Tampoco lo fue para los directores de la Colonia, pues eran cambiados continuamente.. A esto debemos sumar la temprana muerte del barón Hirsch en abril de l896, lo que, indudablemente conspiró contra el funcionamiento de de la J.C.A.
Se puede decir que en la práctica el Dr.. Loewenthal fue el representante en Argentina de la compañía, con lo cual podemos inferir que fue el primer director. Pero, cuestionado por haber aceptado traer contingentes de inmigrantes, sin la infraestructura armada, debió alejarse del cargo.
Lo sucedió Adolfo Roth, Luego el Coronel Alberto Goldsmith, uno de los más importantes. Sucesivamente lo harán el ingeniero Máximo Kogan, los co-directores David Cazés y Samuel Hirsch, más tarde Luis Oungre, David Veneziani y Walter Moss.
Desde l9l3 dirigió la colonia Isaac Schtarkmet, de largo mandato, y a su muerte lo sucedió Simón Weill hasta l922, año en que se levantó la administración de la Jewish Colonization Association.
En general, los principales motivos de conflicto eran las grandes diferencias entre dirigentes y dirigidos
Prof. Daniel Lombardo