En ese andar por la senda de transmitir vivencias con sabor a noticias, reflejos del cotidiano andar y sus acciones, que por más de medio siglo formara parte de ese camino de letras, tinta y sueños, donde el antiguo golpetear de las teclas de las inolvidables Olivetti o Rémington, reemplazadas luego por las más manuables Lettera, que dejaron, finalmente, su reinado a las computadoras, el domingo, que en nuestro país se celebró el Día del Periodista y al que también los escribas urbanos y pueblerinos hicimos nuestro, nos trajo tantos recuerdos y semblanzas. Sin haber logrado tal vez la brillantez de la palabra precisa, sin el florido escrito de los grandes, pero siempre del lado de la verdad y el sentimiento de nuestros vecinos, lectores amigos, destinatarios de nuestro mejor esfuerzo. Y el transcurrir del tiempo, transformó aquellas antiguas y también las modernas formas de escribir golpeando las teclas en el pentagrama de los sentimientos, en un gigantesco teclado de sueños, donde las palabras se forman con los golpes de la tecla del corazón en sus latidos, dibujando en los espacios de la vida un mensaje de sueños y de anhelos que nos hermana con nuestros lectores.
Con ese teclado de los sentimientos, más música que noticia, más sentimiento que sentido, voy a escribir con cariño, dolor y con el calor de un “hasta siempre”, este pañuelo de adiós para Blas Damasco Venera, que eligió el 7 de junio, precisamente, para iniciar su viaje hacia los recuerdos más queridos.
Blas Damasco Venera, laburante honesto y esforzado que a través de la antigua Usina Eléctrica, que luego recibiera otras denominaciones, fue formando su vida y logrando, con su ejemplo y tesón formar dignos herederos en sus hijos Sergio, Nora y Liliana, que en el final del recorrido de la vida lo bendijeron con los nietos que pusieron calidez al otoño de su vida. Pero ese cotidiano esfuerzo de su trabajo digno y honesto, no le quitó tiempo para desarrollar una de sus grandes pasiones, el deporte de las carreras de caballos de trote. Con el pequeño sulky de competición, con el golpear del viento sobre su cara, fue escribiendo páginas de éxitos, triunfos reiterados y que llenaron su alma de alegría. Un día el tiempo de empleado se cumplió y la vida le dio el diploma de Jubilado, que no lo condenó al ostracismo, sino que por el contrario, le dio la serenidad de seguir, desde otras actividades, la cotidiana lucha de la existencia, pero principalmente fiel a sus sentimientos familieros y de amigo de mano cálida y pecho dispuesto a la calidez de ese hermoso sentimiento, lo vieron siempre rodeado de los afectos de familiares, amigos, antiguos compañeros de trabajo y vecinos, que lo distinguieron con su cariño. Y ese andar, que sumó años a su vida y caminos a su recorrida, se fue prolongando hasta que, con 87 años cumplidos, Cholo, como lo llamaban, que me distinguió con su amistad por años y que siempre tenía algún elogio, muchas veces inmerecido, para mis artículos publicados en el diario, eligió, justamente, del Día del Periodista, el 7 de junio, para emprender ese viaje que lo mantendrá siempre presente a través de un sinfín de hermosos recuerdos. El inmenso pesar que su partida provocara se vio reflejado en el dolor de su familia, viejos compañeros de trabajo, de vecinos de muchos años de convivencia y conocidos que lo acompañaron en el último recorrido, que para muchos es el de un viaje sin regreso pero que sabemos que no es así, porque Blas Damasco Venera, estará regresando a través de la nostalgia, la memoria y los sentimientos, todos los momentos. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio Municipal, el lunes 8 de junio, a las 10 hs., previo responso religioso rezado en la Iglesia Parroquial.