MIRIAM JUDITH FRANCHUK

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Golondrina con sueño en las alas, mariposa jugando a volar, por espacios donde la esperanza dibuja utopías de amor y verdad, en un cielo  por donde las ansias son simples cometas con rumor del mar… En ese camino de anhelos y sueños que el destino un día dispuso en su andar, marcha los espacios que le llaman vida esa mariposa que juega a volar.

Miriam Judith Franchuk, esa golondrina que un día escribiera con letras de oro su propio historial, con título Maestra y Profesora de Filosofía, Pedagogía y Sicología, para que tuviera su espacio laboral y que en los comienzos de los noventa, se desempeñara en el Colegio Nacional. Y como el destino maneja los hilos de nuestro andar, acompañando alumnos en  algún viaje del fin escolar, allá en Bariloche, hermoso lugar, conoció a Rubén, fotógrafo de mural, que fuera su esposo y padre de los dos retoños con que la vida la supo premiar. Y esa golondrina, ya mariposa jugando a volar, se abrazó con fuerza a ese tiempo de felicidad y como la gallina madre, arropó en sus alas de dicha y bondad a esos hijos suyos, raíz temporal, para que la dicha de un tiempo pretérito, ningún viento nunca pudiera borrar. Y Miriam, esa muchacha buena, hija, esposa, madre, golondrina errante con ansias de andar, dejó la pradera donde un día naciera y se fue en su vuelo en busca del mar. Allá en Mar del Plata, pensó en otra vida poder iniciar, pero las fuerzas siniestras del destino impío, clavaron sus garras en su humanidad y su tiempo dichoso se volvió final. De a poco el camino se fue terminando, un dolor de ausencia se empezó a mostrar y Miriam Judith Franchuk, comprendió que el tiempo se acababa ya. El sábado doce de mayo, con apenas 46 años de edad, en brazos de un ángel de celeste manto, emprendió el postrero viaje hacia ese espacio que muchos llaman el más allá, pero que es la cuna de hermosos recuerdos donde querubines de voz argentina, con incienso y mirra, la llevan ante el Dios Celestial, que es el lugar que el Señor, seguro, le reservará.  El dolor profundo que su partida supo despertar, oprimió los pechos de amargura y pena el domingo 13, cuando las campanas de triste mañana, le daban el adiós final.

Y Miriam Judith Franchuk, golondrina con sueño en las alas, mariposa jugando a volar,  se fue tan joven a esos espacios, donde los recuerdos la han de acunar, y de donde por tiempos de nostalgia y cariño cada mañana ha de regresar, por todo lo mucho que sembró en la vida, su querida presencia siempre regresará, porque nunca se volverá olvido aquel que de nuestro cariño se marcha jamás.

J. D. O.

 

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