Un orgullo para Casares fue la presencia en el día de ayer del excepcional pianista y director de orquesta internacional Daniel Barenboim. Esto nos debe mover a una reflexión sobre nuestro patrimonio histórico y plantearnos de que manera le damos un verdadero reconocimiento a aquellos pioneros, no solo judíos, sino también de distintas nacionalidades que encontraron en nuestro suelo un lugar en el mundo, para sobrevivir a persecuciones, guerras y la pobreza que había generado el desequilibrio de la revolución industrial. Mientras la Europa expulsora de migrantes se bañaba de Belle Epoque y la tecnología nos daba el cine a través de los hermanos Lumiére, la torre Eiffel imponía sus artísticos hierros a la vera del Sena, el caucho se transformaba en neumáticos y Peugeot inventaba automotores. Mientras Van Gogh, inmerso en sus desequilibrios emocionales desbordaba al impresionismo con sus obras, Touluse Lautrec se solazaba en el Moulin Rouge, pintando bailarinas de cabaret, y la paz se mantenía con alfileres, con una Francia sedienta de venganza por la oprobiosa guerra que había terminado con las tropas prusianas paseando por los Campos Eliseos. Sí, mientras eso ocurría en la vieja Europa, aquí, en la joven América, cientos de miles de hectáreas vírgenes se preparaban para recibir a millones de ilusionados, aunque muchos hayan sido engañados y no pudieron superar las inexistentes murallas de las grandes ciudades, debiendo conformarse a una vida de pobreza y hacinamiento en conventillos de mala muerte. No obstante, otros miles tuvieron acceso a tierras lejanas, en algunos casos merced a obras filantrópicas como la del Barón Mauricio Hirsch, y aquí anclaron y dejaron sus vidas. En honor a ellos y a sus descendientes como es el caso de Barenboim. Hagamos nuevos esfuerzos y que a cada uno, instituciones, gobierno, profesionales de las áreas involucradas, les quepa el sayo que le corresponda. Es necesario que el acervo cultural local se ponga a la altura de las circunstancias, y cuidemos y reconstruyamos nuestro patrimonio, como es el caso del cementerio judío de Algarrobos, aún superando impiadosos ataques de energúmenos cuyo móvil destructivo escapa a cualquier ideología por más autoritaria y discriminadora que fuera.. Hay quienes hacen un gran trabajo, se necesitan más, “Cien veces me caigo y otras tantas me levanto”, solía decir el maestro Almafuerte, y ese debe ser nuestro camino.