El último hecho delictivo registrado recientemente en nuestra ciudad bajo la modalidad “el cuento del tío”, encierra un interrogante que aún no ha sido dilucidado. ¿Quién ha sido el entregador?. Y esto surge porque es evidente que en los tres hechos registrados en nuestra ciudad con idéntico proceder por parte de los delincuentes, estos han contado con algún tipo de información en la elección de sus víctimas, parejas de personas mayores, transitando la tercera edad, con posibilidades de tener algún dinero ahorrado, a las cuales se les hacía referencia a empleados de banco u otras personas de su conocimiento, con el propósito de ganar su confianza y ser creíbles. De esa manera lograban ingresar a sus domicilios, y con habilidad enredarlos en el viejo cuento de los billetes de determinada numeración que se vencen, a los cuales el banco les ofrece cambiarlos. Confiadas en la veracidad de ese cuento, las víctimas entregaban sus ahorros, y estos deleznables sujetos se retiraban con su botín, despojándolos de todo lo que tenían.
Pero por algo las cárceles están llenas de ladrones y estafadores. En algún momento cometen un error, algo les falla y terminan entre rejas. Todo indicaría que las dos personas detenidas son las mismas que les robaron sus ahorros a los vecinos Bragagnolo, Lanik y Arriaga de Guil. Su detención daría para pensar que ya no hay que preocuparse, “muerto el perro se acabó la rabia”, podrán decir los amantes de los dichos populares, pero no es tan así. La persona que los dateó, el entregador, está entre nosotros. Es un familiar, amigo o cómplice de los ladrones detenidos. Alguien que habiendo obtenido ganancias puede buscar a otros delincuentes para seguir engañando a desprevenidos ancianos. Es por lo tanto sumamente importante que la investigación policial y judicial no se agote en la detención de los autores. Ellos no son de Casares ni de la zona, han necesitado informantes cómplices para poder cometer sus delitos. Rastreando sus amistades, familiares y sus contactos en nuestra ciudad se puede desenredar toda la madeja, y entonces sí se puede estar tranquilos.
¿Cómo conocían los apellidos de los jefes, contadores y otros empleados del banco?. ¿Cómo sabían que esos ancianos cuyos nombres y apellidos conocían, vivían solos, sin otras personas jóvenes en sus casas que pudieran alertarlos?. No hay duda alguna que han tenido información local precisa. Sólo se podrá cerrar el caso, Identificando a él o a los entregadores.