Está grabado a fuego en nuestra cultura ciudadana que nuestros gobernantes deben realizar obras. Y si es posible aquellas que se ven, se disfrutan, que mejoran nuestra calidad de vida transportándonos a la modernidad con excelencia en los servicios, las comunicaciones, la salud, la seguridad y la educación. Una ruta, un barrio, cloacas, agua potable, cámaras de seguridad, iluminación, escuelas, hospitales, etc.,etc. Gran parte de ellas con cemento y arena, otras con tecnología y los adelantos de cada día.
Pero hay otras obras que sin que se vean, se construyen para el futuro, sin cemento, sin arena, sin tecnología, simplemente con la inteligencia de facilitar económicamente el acceso a estudios superiores a aquellos que no tienen posibilidades económicas, o que las que tienen son insuficientes. Esa obra se llama beca de estudio, la que en los últimos años ha sido incorporada por los distintos gobiernos y ampliada año a año en montos y cantidad de beneficiarios.
¿Son todavía insuficientes para paliar la real necesidad de un estudiante?, claro que si, pero llegará el momento en que las becas de estudio ocupen una parte aún más importante del presupuesto comunal, para que ningún joven casarense deje de cumplir su sueño de ir a la universidad por falta de medios económicos. Porque además el estudio es la herramienta que abrirá en el futuro las puertas del crecimiento personal. Negar esa posibilidad a quienes no cuentan con los medios económicos necesarios, es excluirlos de los nuevos tiempos que se avecinan.
560 jóvenes fueron becados por el municipio, con una inversión de algo más de cinco millones de pesos. Que en el próximo año sean diez millones de ser posible, cada peso que se invierta en posibilitar la educación de un estudiante es un paso adelante que jerarquiza la gestión de un gobernante.