De aquel chico de campo que todos los días con su hermano mayor iba a caballo a la escuelita rural, que luego emigrara a los aires citadinos con su profesión de mecánico todo terreno hasta llegar a ser un poderoso empresario del mundo automotor, no podemos dejar de recordar cuando el recientemente desaparecido Mario Paolucci se había convertido en un auténtico Bon Vivant, por darle cachet francés a su afán de disfrutar de los placeres de la vida y ser uno de los hombres más elegantes de Carlos Casares.
Aún conservamos de Mario Paolucci sus fotos en traje de estreno, equipos de elegante sport y finos casimires, todo provisto por el inefable «Pepe» Cower Aguilar, convertido en uno de los varones más guapos de nuestra societé, riva-lidando títulos con «Cascote» Tallarico y otros galanes de fina estampa que marcaron una época.
Pintoresco, dicharachero, con toque mundano, contador de historias y vendedor de autos incomparable, Mario Paolucci fue todo un personaje casarense cuya aureola se apagó cuando dejó estas tierras para cobijarse en Pehuajó, donde sin mentas ni amigotes que lo secundaran, competidores de figurín y poca prensa, pasó al olvido pero dejó la huella de sus excentricidades kirsch y su personalidad avasa-llante.
Los pueblos se nutren de personas y personajes, Mario Paolucci fue de estos últimos, un personaje que no pasó desapercibido, y al que siempre se lo recordará como tal.