Estimado Director
Leí los comentarios humorísticos sobre las bolsitas de papel aparecidos en El Oeste y no pude menos que recordar con nostalgia tiempos viejos, de los cuales los de menos de 60 pirulos no deben tener ni idea.
No sería mala idea localizar a algún viejo empleado de la Casa Llorente, de los que quedan unos poquitos, para que dictara un curso intensivo de entrenamiento para empleados de supermercados.
Cuando tenían que vender fideos o legumbres que por entonces venían sueltas, tomaba la bolsita de papel marrón que venía plegada y con un rápido ademán de prestidigitador, daba un tirón seco hacia abajo que la abrían totalmente.
En cuanto a las masitas que también venían sueltas, tomaba un papel blanco de los que se usaban para envolver trozos de queso, de dulce de membrillo y batata, fiambres, etc. lo colocaba sobre una de sus manos abiertas e iba depositando un puñado de ellas, luego las pesaba en la balanza y finalmente doblaba en dos el papel, haciendo una empanada, cuyo prolijo y rápido repulgue habría envidiado hasta doña Petrona C. de galdulfo.
También la factura en las panaderías se entregaba en bolsitas de papel, las que delataban, por sus manchas oscuras, a aquellas panaderías que las hacían de grasa.
Si para agregarle humor al tema se me permite algún exceso verbal, puedo contarle cuando desde un taller mecánico en el cual lo tenían al recordado “Colo” Lagos de punto, lo mandaron con una bolsita de papel a comprar semillas de alambre de púas a Casa Folch. El “Colo” los miró enojado y les dijo: “¿ustedes están locos?., se me va a agujerear la bolsita…”.
Un lector memorioso