No hará falta elevar la vista al cielo para verte,
No necesitaremos silencio para escuchar tu voz,
Porque nadie nos deja para siempre
Si nos puebla para siempre el corazón…
Como grácil mariposa de vida un día, el destino de tu vuelo nos cubrió, llevando como norte una sonrisa y como timón de amor, tu corazón…Tu elegancia de mimbre fue la danza, poniéndole alas al ritmo de tu andar, tus manos eran pañuelos de la esperanza, dibujando un pentagrama musical…Y tu nombre, como el del Hada del Destino, que abrazaba el espacio azul de la mañana, María Silvana repetía en sus suspiros, y el aire se cubría de aromas de retama… que en el canto monocorde de los grillos se transformaba en sonidos de tu alma… y el callado hálito del viento, como un rezo, seguía repitiendo María Silvana…. María Silvana…
Y con la sonrisa al viento como bandera, irás entonando el himno de la alegría, bendecida de soles tu primavera, que es eterno canto de amor y vida y que hoy se vuelve canción y estrella, para nombrarte Cata querida. Caminando juntos la hermosa huella que no sabe de adioses ni partidas, porque andaremos siempre, recuerdo y siembra, recogiendo las mieses que no se olvidan.
Yo no le canto, Cata, a tus esfuerzos, que fueron en tu lucha, tu norte y guía, para cumplir por siempre con el compromiso de la subsistencia que nos factura todos los días, yo te recuerdo como a esa niña que iba sembrando flores de la alegría en los jardines de los sueños y de la vida, que marcaban senderos por donde ibas, recogiendo las mieses que no se olvidan.
Y en este momento, que no es partida, sino un “hasta pronto” que da la vida, elevo hacia el espacio de los recuerdos, mi rezo de pupilas humedecidas, para que el que de un golpe, un triste día, nos quitó tu sonrisa y tu alegría, nos devuelva en los amaneceres, cada mañana, ese himno hermoso de la alegría, que tu presencia, María Silvana, entonó siempre como si fuera un canto perenne de amor y vida…Siempre fuiste, hija del alma, hermana, nieta, sobrina y por sobre todo, amiga, de sentimiento cálido y de mano franca, canción de flor y espiga, y recuerdo hermoso que nos acompaña… Gracias por haber estado, María Silvana…
Con un profundo dolor de ausencias, que oprime el alma, porque la vida nos cobra el dolor con lágrimas, que desde el sentimiento se nos derrama, que este Réquiem que nace del cariño de padre, amigo, hermano, sea más que un adiós, un fuerte abrazo y un “hasta siempre, por siempre”, María Silvana…
CON EL CARIÑO DE MI ALMA
JUAN DOMINGO ONDANO