Para estas fiestas caemos inevitablemente en lugares comunes, nuestras salutaciones se limitan a desear felicidad, paz, amor, prosperidad, expresiones un tanto abstractas que bien podrían cambiarse por otras que nos ayuden a tener un año mejor y convertirnos en protagonistas de esos deseos que expresamos. ¿Por qué no desear seguridad en un mundo acuciado por los atentados, los robos y asaltos violentos, por las muertes innecesarias e incomprensibles?. Por qué no ser más solidarios y desear que todos lo sean, muchas veces somos testigos de hechos dolorosos que debían conmovernos más y despertar nuestro espíritu solidario, pero cerramos los ojos, endurecemos nuestro corazón y seguimos de largo sin tender la mano. Por qué no deponer rencores que nos separaron de amigos y familiares por cuestiones mínimas e intras-cendentes de las cuales ni siquiera nos acordamos. Las cosas que pasan tal vez nos hayan marcado blindando nuestros sentimientos, pero ese no es el mundo ni el futuro al que aspiramos. La paz, el amor, la felicidad y la prosperidad no se consiguen con una mera declamación. Son parte de un todo que incluye luchar por todo lo que nos agobia y nos impide ser plenamente felices, tener la paz tan ansiada, gozar del amor y lograr prosperidad para nosotros, nuestras familias y nuestros semejantes.
Pedir que el sentido común, el respeto por el otro, y el cumplimiento de nuestros deberes como ciudadanos sea un común denominador que ordene nuestra sociedad y nos permita vivir en armonía. Y pedir por trabajo, salud y el desarrollo pleno de nuestra sociedad. El resto de los deseos será un complemento fruto de nuestros propios comportamientos. Para pensar ¿verdad?.