Con una animada fiesta para 230 invitados, el ine-fable empresario Carlitos Cerdá festejó en los salones de la Sociedad Rural sus 60 años, haciendo gala de su estampa de criollo del primer mundo, amante de las cosas nuestras, que por cierto estuvieron presentes en todos los pasajes de la fiesta.
Con un millón de amigos, como diría el genial Roberto Carlos, Carlitos sentó a su mesa a los tantos afectos que supo juntar a lo largo de sus seis décadas, y sus familiares, en una reunión amena, divertida, plena de emociones y alegrías.
Buena comida del servicio «Don Rubén» de Pablo «Pino» Méndez (por supuesto asado), excelentes bebidas y todo a discreción. Ni rock, ni salsa, mucho menos jazz o samba, aunque sí tres parejas de payadores que arrancaron aplausos al por mayor. Y vamos a nombrarlos porque se lo merecen: Marta Swint y Cristian Méndez, Carlos Marchesini y Carlos Sferra, y David Tokar y José Silvio Curbelo. A cual mejor, más ingenioso, poético y ocurrente. Una delicia del difícil arte de la payada.
La voz, o mejor dicho el vozarrón de «Bocha» Ferrante no estuvieron ausentes, mostrando el intér-prete sus dotes para la música de tierra adentro, en la que pone su corazón y su afinado estilo.
Carlitos recorriendo las mesas parecía un embajador de la confraternidad. Fotos por aquí, fotos por allá, Julio Delgado transpiraba como un beduino. Su esposa, sus hijos y toda su familia trabajaron para que esa sea una de las noches más felices de su vida. Su hija María Emilia, actuó como coordinadora de la fiesta, y por cierto que lo hizo muy bien. Carlitos hizo uso de la palabra para agradecerles su presencia a todos, viéndoselo muy emocionado.
En la mesa de dulces se fue al diablo la paisanada. Ni arroz con leche ni «muñuelos», había petit fours, selva negra, pasta frola, crema chantilli, brownies, tarta de grosellas, tortas revestidas de fondant, coulis de frutillas y bueno… lo más vernáculo eran unos panqueques con dulce leche a lo guazo, todo un poema… Adelante de la mesa había una balanza, que las mujeres odiaron.
El empresario radial Julio Miguel estaba en la lista de cantores, con tangos que han hecho historia, pero aduciendo que se le mancó la pista, se fue a baraja. Y eso que le decían, ¡dale¡ Julio, al más puro estilo de Mariano Yudica.
Salieron a relucir las botellas de escocés, también de champagne, y los brindis se repetían en honor de Carlitos, que como un señorito francés seguía saludando amigos y recorriendo las mesas vigilando que a nadie le falte nada.
Algo para destacar: en el momento del corte de la torta y el brindis, Carlitos invitó a varios de los presentes que habían cumplido años en esos días, para que se sumen a la mesa central. Abrazos, brindis y soplidos al por mayor.
El broche de oro de la noche, cuando ya los bailarines comenzaban a mostrar cierta fatiga, lo dio la aparición de una pata de ternera asada con la cual los presentes se hacían sandwiches que eran una delicia. Con la panza llena y el corazón contento siguieron bailando hasta pasadas las 5 de la madrugada.